Ribera en Villa del Río
Han pasado veintidós otońos...
Doblan de nuevo las campanas. Empieza el mes de ánimas.
Llega un ańo más el Día de los Difuntos.
Y volveré a encender la chimenea,
y el romero y el tomillo crisparán de olores la llama,
y los perolistas retornarán con sus jugosas fogatas de siempre
y un aleteo de palomas surcará mi cielo de siempre..
żY tú, amor, regresarás...?
No, te fuiste para siempre, y me dejaste un árbol
y, en sus ramas altas, puedo leer tu nombre
Es la historia de nuestros sueńo que
el susurro de la lluvia me comunica
en un puñado de diáfanas nostalgias.
Y cuando el viento sopla se torna eco
que se eleva hasta el negro, negrísimo yermo,
y desciende y penetra... dulce, suave, beso, caricia...
en la nevada colmena que late y late
por las celdillas, mieles de mi corazón.
Y esculpido quedó en las hojas duras
de los chaparrales, por entre las montańas grandes,
por dónde nace el arco iris,
por dónde corren los sueńos,
por dónde nace y muere el sol
Doblan de nuevo las campanas.
Empieza el mes de ánimas.
Llega un año más el Día de los Difuntos
Y hojas que vuelan, y pájaros que emigran,
y un olor a tierra... que es la montańa,
que es el valle, que soy yo, que eres tú..
No temas, amor,
no doblan por ti las campanas.
Sólo son música de agua clara,
sólo son latidos cálidos que se escapan
de la lira que es mi alma.
Y en este mi solitario bosque de felicidad,
desde que tú te fuiste...
¡sí, sí, desde entonces!,
no queda más que SOLEDAD.
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