Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

14 oct 2012

Vejez: palabra temida




 
Creo que es la palabra fantasma por antonomasia. Y es por ello que la sitúo en primer lugar, si bien la aparición de nuestras goteras están aún lejos de que seamos auténticos viejos, pero hacia ella dirigimos nuestros miedos en general y, a partir de cierta edad, la percibimos tan cercana y horrible que le volvemos la espalda, asiéndonos fuertemente a la palabra juventud.
Me comentaba un amigo: Ya soy mayor porque decía mi madre que lo sería cuando empezara a comer de todo, y ya me como hasta las piedras, cuando el médico me tiene prohibido casi hasta el aire .De forma espontánea le contesté: Yo creo que uno empieza a ser mayor –viejo– cuando empieza a pensar que es joven.
No obstante, y antes de seguir, creo que la palabra viejo/a deberíamos borrarla de nuestro vocabulario cuando nos referimos a personas. Lo viejo tiene connotaciones negativas. Lo viejo es algo que ya no sirve, que está de más, algo que hay que arrinconar o tirar. Las personas nunca son deshecho. Siempre, por muchos años que tengan, por muchos achaques e incluso enfermedades, son aprovechables, tanto por sus palabras como por sus silencios. 
Las dichosas goteras, no tendrían el matiz de pánico que nos provocan si no fuera porque en ellas vemos cómo nuestros pasos se agigantan hacia una meta que un amigo definía como “fea, muy fea”: la vejez.
Y es evidente que un granito en la cara, por ejemplo, no lo vive de idéntica forma un joven que un mayor. Para el joven, es algo feo, pero remediable, pasajero. Le preocupa sólo y exclusivamente la estética. Para el mayor, la aparición en su rostro de una mancha, de un una verruguita es, además de algo feo, un síntoma irreversible de los años.
Y si bien es verdad que los años van marcando sus huellas, no lo es menos que muchas de ellas se pueden retrasar, suavizar y en cualquier caso, aceptar y aprender a convivir con lo irremediable, buscando el lado positivo que, sin duda tiene. Basta, a veces, una simple reflexión que pase por cuestionarse algo tan elemental como esto. ¿Cuántos familiares, amigos, conocidos se quedaron en el camino sin llegar a cumplir nuestros años?
Luego vivir en plena conciencia y paz con el dolorcillo de rodilla, con el oído un poco duro, con las canas -que hay que ver cómo crecen-, con las arrugas que se desatan imparables, con los normales síntomas de los años que vamos viviendo y hasta, como me decía una señora, vivir acostumbrándose a vivir con dolores y llegar hasta a olvidarse de cómo era la vida cuando no se tenían.
Todos nos vamos haciendo mayores día tras día y creo que es necesario tener en cuenta la gran riqueza de las personas mayores y todo lo que aportan diariamente. Ante estas dos circunstancias, planteo la necesidad de poder hablar de programas y de intentar romper con los estereotipos, aquellos que nos muestran los medios de comunicación. Para ello debemos tener claro que:
Vejez no es igual a enfermedad.
No es igual a improductividad, los ancianos siguen aportando mucho desde la experiencia.
Las personas mayores no siempre necesitan protección, porque pareciera que ser mayor es igual a necesitar atención.
No todas las personas mayores son siempre pasivas.
"Vejez" no es igual a jubilación; son precisamente las personas mayores quienes han ayudado a construir el estado del bienestar. Pero además está claro que nos podemos jubilar de trabajar pero no de vivir, o de aprender, o de seguirnos educándonos.
Vivamos felices, pues, dentro de lo que cabe, con lo rutinario, que se centra en nuestro medio, en nuestras cosas de cada día, pero, esí sí, valorando el qu epodamos seguir viendo la lluvia, los pájaros, las estrellas... Y compartiendo momentos con los hijos, con los nietos...
Es muy triste el que, a veces, tenemos mucho y no lo sabemos.

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