Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

22 feb 2014

Tan solo un día más


Déjame, Dios, un día más para crear una imagen
 y decirme: ¡qué bonita!



(Ruego en el día de mi cumpleaños)   

Déjame, Dios, un día más. ¡Uno siquiera!
Para chapotear los charcos en el otoño.
Para embriagarme con la brisa del azahar en la primavera.
Para abrazarme, una vez más, a la maravillosa luz del alba.
Para subir al autobús y acariciarme con  el polvo de la gente.
Para recibir a los pájaros emigrantes y entregarles, intactos, sus nidos,
tan celosamente guardados en mi terraza. 
Para jugar con los niños a pillar y al esconder.

Déjame, Dios, un día más. ¡Uno siquiera!
Para dibujar el rastro de mis pasos y los del otro en el albero.
Para sentir el abrazo de los plataneros en el jardín.
Para regar con una lágrima la muerte de mi tórtola en la maceta.
Para escuchar el eco de nombres que ruedan
en la imparable noria de mis recuerdos.
Para seducir a la luna que, coqueta, pasea por mi ventana.

Déjame, Dios, un día más. ¡Uno siquiera!
Para pasar la hoja del almanaque y darle cuerda a mi reloj.
Para abrir cada amanecer  la puerta de mi casa.
Para sentir el dolor y tratar de borrar su rastro  
Para escuchar campanadas catedralicias.
Para caminar en callejuelas  empedradas, todavía.
Para ver tejados chorreando lluvia...
Para descubrir una moto, un coche sin nombre en la espesura de la niebla.
Para escuchar la gotera en mi terraza.
Para ver cómo crece la hierba, cómo caen las hojas, cómo pasa el tren,
cómo sopla el viento, cómo el pum, pum de mi puerta me acompaña...

¡Tan sólo un día más, Dios!
Para decirles a mis hijos, nietos, hermanos,
amigos y enemigos que los quiero.
Para seguir escuchando el Nabuco y leer una vez más, El principito.

Déjame, Dios, un día más. ¡Uno siquiera!
Para que siembre mi maceta de albahaca…
Sí, aquella que tengo pendiente, aquella que sueño
en los ojos de cada madrugada.

18 feb 2014

TAN SOLO UN DÍA MÁS




(Súplica en el día de mi cumpleaños)



Déjame, Dios, un día más. ¡Uno siquiera!

Para chapotear los charcos en el otoño.

Para embriagarme con la brisa del azahar en la primavera.

Para abrazarme, una vez más, a la maravillosa luz del alba.

Para subir al autobús y acariciarme con  el polvo de la gente.

Para recibir a los pájaros emigrantes y entregarles, intactos, sus nidos, 

tan celosamente guardados en mi terraza. 

Para jugar con los niños a pillar y al esconder.


Déjame, Dios, un día más. ¡Uno siquiera!

Para dibujar el rastro de mis pasos en el albero

Para sentir el abrazo de los plataneros en el jardín.



Para regar con una lágrima la muerte de mi tórtola en la maceta.


Para escuchar el eco de nombres que ruedan 

en la imparable noria de mis recuerdos.

Para seducir a la luna que, coqueta, pasea por mi ventana.


Déjame, Dios, un día más. ¡Uno siquiera!

Para pasar la hoja del almanaque 

y darle cuerda a mi reloj.

Para abrir cada amanecer   la puerta de mi casa.

Para sentir el dolor y mirar hacia atrás su rastro.

Para escuchar campanadas catedralicias .

Para caminar en callejuelas  empedradas, todavía.


Para ver en tejados chorreando lluvia...


Para descubrir una moto sin nombre en la espesura de la niebla.

Para escuchar la gotera en mi terraza.

Para ver cómo crece la hierba, cómo caen las hojas, cómo pasa el tren,

cómo sopla el viento, cómo el pum, pum de mi puerta me acompaña...


¡Tan sólo un día más, Dios!

Para decirles a mis hijos, nietos, hermanos, 

amigos y enemigos que los quiero.


Déjame, Dios, un día más. ¡Uno siquiera!

Para que siembre mi maceta de albahaca… 

Sí, aquella que tengo pendiente, aquella que sueño


En los ojos de cada madrugada.

13 feb 2014

Esto sí es amor



Para mis amigos/as en este Día que llaman del Amor
Él, anciano de pelo muy cano que le rebasaba el ala de un  destartalado sombrero,  mirada grande, palabras pacientes, tiernas, murmullo de caricias infinitas. Pasos cortos, torpes, macilentos, viejos… Manos agarrotadas por una galopante artrosis
Ella, rebosante de carnes blandas, en un sillón de ruedas, apenas hablaba, apenas se movía, apenas rastro de ser humano, bulto vegetal que, de vez en cuando, mascullaba ininteligible y agrios,  sonidos.   
  Él y ella, inquilinos, por caridad, de una mísera habitación por casa. Matrimonio de toda una vida, cargados de hijos, en soledad y abandono, convivían.
Ella, estática, eclipsada, perdida… ¡Sabe Dios! 
Él, amor a flor de piel escuchaba y respondía a sus exigentes silencios e incansables urgencias: Sí,  ya te voy a dar de comer. Ya te voy a lavar, a peinar, a poner guapa. ¡Ya voy! ¡Ya mismo voy!
Él y ella, a veces, en silencio, se miraban, como queriendo reverberar,  con fervor de lágrimas, migajas de recuerdos, voces ahogadas, silencios de años, caminos rotos…    

6 feb 2014