Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

12 abr 2013

Un minuto de silencio



Y esta mi rosa para que te acompañe.

Me detengo y guardo silencio, cuando un coche fúnebre se me cruza en el incesante tumulto de tráfico y gente que son las calles de la ciudad.

¡Un minuto de silencio, por favor! –me susurra en el alma como grito ahogado por impotencia y emoción- Descubríos, amigos y despedid a este ser humano en su último recorrido por nuestras calles, camino, hasta ayer, pasos de su incesante trajinar diario con interrogantes, problemas, afanes, ilusiones… idénticos a los nuestros y entre la gente que, durante muchos años, lo saludó al paso.

Sol, nubes, lluvia, viento, cielo, gente, coches…
Y campanas que me doblan en los adentros, mientras en un réquiem eterno, repito:
Adiós, quién quiera que seas. No vas solo, Mi sentimiento te acompaña.
¡Descubríos, amigos, por favor y guardad, almenos, un minuto de silencio!

1 abr 2013

Elixir de la eterna juventud

OPNIÓN/DIARIO CÓRDOBA


Tan bellos pueden ser los amaneceres como los ocasos.
Tan solo son momentos distintos.


Ea, pues nada! Se pasó la Semana Santa, se acabaron los días de asueto, siguen las lluvias, los peques vuelven al cole y, como dice la canción, la vida sigue igual. Bueno, pues que cumpla muchos más.
Un poco de humor, que nunca viene mal, para este feliz regreso.
Un honorable anciano y muy querido por sus amigos, se encontró con un viejo conocido al que llevaba tiempo sin ver. El viejo conocido, de la misma edad pero vanidoso y pedante, al verlo exclamó: ¡Cuánto tiempo y que bien te conservas! ¡Si estás hecho el chaval que conocí en la universidad! Dime, ¿cuál es el elixir de tu eterna juventud? El anciano honorable, mirándolo de arriba abajo, y reconociéndole, exclamó: Perdone, señor; no entiendo nada. Me temo que me esté confundiendo con un loro. Y se alejó, repitiéndose: ¡Qué absurdos los seres humanos!
Minicuento que me nació al ser testigo de cómo se piropeaban dos ancianos que a dúo repetían: pues, tú, más. Más joven, más guapo, más listo... Sinceramente, sentí pena, porque los dos, apoyados en sendos bastones, con gorra hasta la boca y el rostro comido de manchas y arrugas, manoseaban un delirio de mentiras.
Hay una conocida frase de Bergman que dice Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.
Y añado otra mía: Pintar la vida de primaveras no es eternizarse en años de juventud, sino buscar y saber encontrar el color de los momentos.
Y es que cada momento, cada edad, tiene su propio color ni más, ni menos bello, ni más alto ni más bajo: son, sencillamente, distintos.
Y no creo en más elixir que la dignidad de saber aceptar y convivir, incluso con goteras, bastones, etc. Dignidad y elegancia que no surgen por arte de magia. Tal vez tendríamos que echar mano al viejo Catón y aprender a dar los primeros pasos, cuanto antes, en el largo camino del envejecimiento.


 Profesora y escritora