Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

29 dic 2014

No pasa el tiempo

Esta, casa de mi infancia, adolescencia y juventud sigue ahí con su balcón-cierre donde tanto jugué en días de vacaciones, y siguen balcones que fueron festivos en días de `procesiones y eventos callejeros, balcones que guardan noches de Reyes y noches de muchos sueños y ahí sigue lo que llamábamos palomar, refugio de mis miedos, de mis primeros pasos en la escritura, escenario de mis primeras inquietudes, interrogantes, silencios… Sí, mi casa, la de mis padres y siete hermanos, ahí sigue como si nada hubiese pasado por ella. Pero yo sí he crecido, cambiado… Algo no obstante, me quiero parecer a ella: ¡Pues eso, mantenerme en pie y seguir caminando!

DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
 30/12/2014
Hace ya muchos años creí caer en la cuenta de que el tiempo tenía pies y corría porque el sol se iba y se venía, porque se pasaban las hojas del almanaque, porque se celebraban cumpleaños, porque había noche vieja y noche nueva.
Y recuerdo que aquel descubrimiento no me entristeció. Me produjo, eso sí, una especie de desconcierto, y me suscitó una interrogante: ¿pasaba el tiempo o pasaba yo? Y me contesté: no pasan las calles: soy yo la que paso por ellas. Hoy, años ya, de aquellas sencillas pero sabias consideraciones, creo haber aprendido a pasar por él dejando huellas que no mancillen el paisaje. "Calles" limpias para mejores pasos. Hoy, como dice el poeta, comprendo sus intentos, su disposición natural, sus secretos y sus misterios. Pasé por el tiempo y aprendí. Hoy puedo dar la cara al sol y oír el canto del mar; nada, salvo el ciclón, podrá sacudirme. Ayer era un pensamiento silencioso, turbulento. escondido en los rincones de grandes incógnitas. Hoy puedo ser voz potente que puede hacer retumbar el universo.
Todo esto para decirme y deciros, amigos, que nada temamos de esa "calle", de ese tiempo si a nuestro paso por él hemos escrito nuestros nombres, con la bondad pura que siempre habita en nuestros corazones. Y esto no son meras palabras bonitas, nacidas al rescoldo nostálgico de un año que termina.
No, ¡ni mucho menos! Son la realidad experimentada a lo largo ya de bastantes años. El tiempo son los acontecimientos que nos marcan, que nos duelen, que nos van comiendo la vida como las olas muerden y se tragan las rocas, pero el tiempo también es la alegría de vivir en paz, en salud, en amor.
Pasemos, pues, por el tiempo, como bolas de nieve que se crecen al rodar, y no como ruedas de carro que se van desgastando y ni para leña sirven.

¡Feliz dos mil quince, amigos todos y especialmente los que seguís este Blog!  No temamos al  fantasma del tiempo porque sus armas tan solo son blancas sábanas que quieren asustarnos. Mejor seguir caminando muy a su pesar.




28 dic 2014

Un cielo para gatos



 Buenos días, amigos: Para mí que siempre, pero de forma especial en estos días finales del 2014 deben ser tiempo de reflexión y balance. Hoy, un relato literario, sí, pero reflejo de la realidad de nuestro mundo.
  
Sí, estaba muerto; no había duda. En medio de la carretera. Atropellado por un vehículo cualquiera. Y la gente transitaba con indiferencia, y los coches se apartaban por no salpicar de sangre sus ruedas, y un grupo de niños lo miraba triste desde la acera. Era un gato callejero; era mi gato por adopción. Su hogar, los bajos de un coche. Desde allí, y con recelo, observaba. Logré ganarme su confianza y casi comía de mi mano. A veces, me parecía sentir que me pedía un rinconcito de mi gran piso, todo entero para mí sola. Pero hacía oídos sordos, porque… ¿un gato…? ¡Demasiado problema! Y mi conciencia quedaba tranquila con la limosna que le daba de comida y agua.
Hoy ya no tengo gato que alimentar. ¿Qué haría en medio de la carretera? ¿Por qué no tendría un hogar? Desconocía, seguro, los peligros de la calle, y de ella había hecho su mejor mansión. Seguro que, acostumbrado al viejo coche parado, que era su casa se olvidó de tantas ruedas potentes que ni tan siquiera advertirían la pasada por su frágil y párvulo cuerpo.
Y yo lo encontré caliente todavía. ¡Claro que lo lloré!, y los niños me ayudaron y lo enterramos en el jardín, debajo de un naranjo cubierto de azahar. Pero tarde ya, y su voz se me agigantaba: Llévame a tu casa. ¡Si sólo soy un gato!
¡Pobres gatos callejeros! Son tan gatos como yo, como todos… Parafraseando un proverbio de la Biblia, digo: Hay tres cosas que no logro comprender, y una cuarta que ignoro por completo: el vuelo del águila en el cielo; el camino de la culebra sobre las piedras, el rumbo de los barcos en el mar, la insensatez del hombre, cuando con todas frivolidad mira y no ve que el mundo está lleno de “gatos” sin hogar, sin amor: negros, pobres, ancianos, niños… Cientos de seres humanos, llegados en negras y odiosas pateras, embaucados por siniestras mafias, escondidos en aciagos agujeros, exhaustos de caminos, con miradas de sorpresa, súplica, incomprensión... No puedo imaginar un mapa genético sin que, en sus cuatro puntos cardinales, aparezca como factor por excelencia, el amor, la comprensión, la ternura.


Crea, Dios, un cielo para gatos para que, cuando la rueda implacable y potente de la vida atropelle nuestro frágil cuerpo, te encontremos, porque de lo contrario… ¡SI no somos más que pobres gatos refugiados en un cielo de tejas!

22 dic 2014

Navidad en el 2014



Y en este pequeño-gran mundo., Dios nace cada día

Con este relato de Navidad, os deseo seáis conscientes  de lo mucho que podemos perder y así valorar lo mucho que tenemos y tal vez no lo "sepamos"
Me gusta imaginar cómo sería el nacimiento de Jesús hoy. De ahí este relato.

 Aconteció en estos días que se promulgó una ley de extranjería por la que los sin papeles tendrían un plazo entre siete y treinta días para retornar voluntariamente a su país de origen. 
Un matrimonio de extranjeros, José y María, con la mujer en avanzado estado de gestación, llegados en patera y que buscaban trabajo en España, caminaban sin rumbo en la noche. Encontraron refugio en una chabola abandonada a las afueras de una gran ciudad. Sucedió que el segundo día de pernotar en aquel lugar una grúa municipal los desahució, dejándolos a la intemperie una noche muy fría de un veinticuatro de diciembre del año dos mil catorce. Abrazados, retomaron el camino. 
Repentinamente se vieron obligados a detenerse y buscar nuevo refugio ya que la mujer presentaba síntomas de eminente alumbramiento. El hombre llamado José, divisó a lo lejos los arcos de un centenario puentecillo. Allí, María –dijo-, allí podrá nacer nuestro hijo. Buscaré pasto, buscaré leños, encenderé el fuego y esperaremos a nuestro primogénito
Y el hombre, llamado José, extendió el pasto, lo cubrió con su vieja chaqueta y el niño nació. La mujer, llamada María, lo recubrió con su propia ropa y lo recostó en el cálido montón de pacto, junto al fuego preparado por José. 
Aquella madrugada, trabajadores de una fábrica cercana, al cambiar de turno, los encontraron y compadecidos le ofrecieron lo poco que llevaban: se despojaron de algunas de sus ropas, les dieron parte de sus bocadillos y prometieron dar cuenta a los Servicios Sociales para que les ayudasen. 
También un grupo de chicos jóvenes que  salían de una discoteca, se detuvieron al verlos y cantaron y bailaron para acompañarlos.
  
Al día siguiente, se personaron en el lugar  tres mujeres provistas de todo lo necesario para atender al niño y darles cobijo durante el tiempo preciso para que retomaran camino a su país. 

Hasta aquí mi visión, hoy, de la Navidad y mi reflexión:  La patria no es propiedad heredada con papeles, sino cielo, dicha y dolor de todos.

18 dic 2014

El camino que lleva a Belén

  


Siempre, desde muy niña, me han llamado la atención los seres humanos que, estando en la fiesta, ni han sido invitados ni participan de ella. Sí, están ahí sencillamente como podía estar un manido y viejo bodegón, colgado en la mugrienta pared de una taberna cualquiera. Y mis ojos sabían descubrirlos y mi alma sentirlos en la impotencia de una precoz intuición: no era justo. Pero la fiesta sigue y en ella los solitarios espectadores, desde el anonimato más absoluto, rozan nuestra piel sin que tan siquiera  sean visibles a nuestras miradas ávidas de  salir en la foto, miradas que lo quieren abarcar todo, gozar todo, pero oteando sólo desde la superficie, y evitando así complicaciones de honduras.
Las fiestas de Navidad ya están, un año más, en nuestros hogares, en nuestras vidas, en nuestros bolsillos. Y en ellas, casi como absurdo simulacro, el Nacimiento de Dios. Y yo, amigos, en este amanecer frío, con días aún para la gran fiesta, os invito a una reflexión que nos reconduzca al único camino que los seres humanos deberíamos no perder, o retomar en cualquier caso.
 Sí, el camino que lleva a Belén, al encuentro con la verdad, con la solidaridad, con la justicia, con el amor. Porque allí está Dios, en ese pobre solitario que no invitamos a nuestras celebraciones, en el emigrante que mendiga por nuestras calles  o flota muerto sobre las aguas de nuestros mares, como esas oleadas de peces que a veces arriban a nuestras playas. Y Dios está en esos niños que se mueren en indigencia y abandono, y en tantos ancianos que tan sólo son rumiantes de recuerdos silenciados, y en tantas mujeres maltratadas, muertas que cada día son noticia en nuestros medios de comunicación, y en otros mundos donde la gente muere en locas guerras… No, no hay silencios en la gran boca de Dios. Hay, eso sí, oídos sordos de los hombres que buscamos y queremos un Dios, justo a nuestra medida.

Y en estos días especialmente sólo le pido a Dios que las desgracias no me sea jamás indiferente y que en este "Camino que lleva a Belén" pueda ir acompañada, de la mano, de tantos pobres, marginados y solitarios caminante como andan, invisibles, por él.

14 dic 2014

Escuchar música


 Queridos amigos: hoy, algo de música. No sé si a todos os gustarán los temas que he seleccionado de mi repertorio, pero hay que escuchar música todos los días, porque la música, según importantes autores, es el lenguaje que nos permite comunicarnos con el más allá. Y porque, el que escucha música siente que, de repente, su soledad se repuebla y porque sin música la vida sería un error.
Yo digo que, cuando escucho música, sola o acompañada, es como si una caricia me corriera por el cuello y se transmutara en un gran abrazo en el que se fusionan recuerdos, ausencias, presencias… ¡Qué se yo! La música, el gran milagro que me da cuerda cada día.


https://www.youtube.com/watch?v=nDl6dRonrnQ