Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

31 oct 2012

Llega un año más el Día de los Difuntos




Ribera en Villa del Río

Han pasado veintidós otońos...

Doblan de nuevo las campanas. Empieza el mes de ánimas.

Llega un ańo más el Día de los Difuntos.

Y volveré a encender la chimenea,

y el romero y el tomillo crisparán de olores la llama,

y los perolistas retornarán con sus jugosas fogatas de siempre

y un aleteo de palomas surcará mi cielo de siempre..

 
żY tú, amor, regresarás...?

No, te fuiste para siempre, y me dejaste un árbol

y, en sus ramas altas, puedo leer tu nombre

Es la historia de nuestros sueńo que

el susurro de la lluvia me comunica

en un puñado de diáfanas nostalgias.

Y cuando el viento sopla se torna eco

que se eleva hasta el negro, negrísimo yermo,

y desciende y penetra... dulce, suave, beso, caricia...

en la nevada colmena que late y late

por las celdillas, mieles de mi corazón.

 
Y esculpido quedó en las hojas duras

de los chaparrales, por entre las montańas grandes,

por dónde nace el arco iris,

por dónde corren los sueńos,

por dónde nace y muere el sol

Doblan de nuevo las campanas.

Empieza el mes de ánimas.

Llega un año más el Día de los Difuntos


Y hojas que vuelan, y pájaros que emigran,

y un olor a tierra... que es la montańa,

que es el valle, que soy yo, que eres tú..


No temas, amor,

no doblan por ti las campanas.

Sólo son música de agua clara,

sólo son latidos cálidos que se escapan

de la lira que es mi alma.

 
Y en este mi solitario bosque de felicidad,

desde que tú te fuiste...

¡sí, sí, desde entonces!,

no queda más que SOLEDAD.



26 oct 2012

Hoy he dado gracias a Dios por...

(Queridos mayores: Repito aquí, para vosotros, la entrada de mi otro blog, "Pensamientos, poemas, cuentos... " Y lo hago porque creo que son otros los lectores  y porque también doy gracias a Dios por poder  comunicar con vosotros los miércoles de cada semana.)

 

Hoy he dado gracias a Dios por haber oído cómo me llamaba a las cinco y media el despertador. ¡Seguía viva.
Hoy he dado gracias a Dios por mi ducha de agua caliente, por mis ropas limpias, por abrir la puerta de mi piso, por salir a la calle y ver cómo llovía y por haber desayunado un buen café con tostada incorporada.



Hoy he dado gracias a Dios por tener un coche y poder irme a buscar paisajes de arroyos y nubes por el campo, y por tener una cámara de fotos que los eterniza.
Hoy he dado gracias a Dios porque mi nieta me ha dicho que está mejor, y porque he comprobado que mis hijos siguen bien, y por haber encontrado una bellísima rosa, salvada de los rigores del tiempo.


Hoy he dado gracias a Dios porque un amigo me ha llamado interesándose por mí y porque otro me ha dedicado una bonita poesía y porque un pobre hombre me ha dicho: Me he preocupado porque no he visto esta mañana su corche aparcado en la puerta.
Hoy he dado gracias a Dios porque me he podido dar el capricho de comprarme un coqueto chaquetón, y porque he podido llamar a dos personas solitarias y enfermas.


Hoy he dado gracias a Dios por sentir el dolor de la neuralgia, ya que me ha dado ocasión de acordarme de los que sufren, y he dado gracias a Dios por ver cómo de agradecidas están mis macetas a la lluvia.
Hoy he dado gracias a Dios por la chirimoya que me he merendado, y por la música de bruce sprinting y bandas sonoras de Victor Young que he escuchado y que me hace sentirme acariciada, y por el paseo de la tarde en el albero húmedo de un jardín.


Hoy he dado gracias a Dios porque los niños/as rumanos de un desahucio han asistido al clase.
Hoy he dado gracias a Dios por dejarme seguir escribiendo y por ser capaz de seguir reconociendo las grandes injusticias sociales.
Hoy he dado gracias a Dios por tener este Blog y poder expresarme en libertad.


Hoy he pedido a Dios que me deje un día más para seguir dándole gracias.




24 oct 2012

San Rafael



Para mis paisanos y amigos este sencillo montaje


YA estamos en el Otoño. Hojas que vuelan, pájaros que emigran, tormentas, chaparrones, recuerdos, nostalgia...


Llega un año más el día de San Rafael.

Y volveré a encender la chimenea, y el romero y el tomillo crisparán de olores la llama, y los perolistas retornarán con sus jugosas fogatas de siempre y un aleteo de palomas surcará mi cielo cordobés que, como música, regazo de agua clara, será lira que en cálidos latidos evoque tradiciones, costumbres, fervores…

YA estamos en el otoño. Humedad en el albero, árboles desnudos, jardines solitarios, nubes, tormentas…

Llega un año más el día de San Rafael.

Y los ecos del silencio reverberan nombres. Sí, de aquellos cordobeses que se nos fueron con la antorcha bien alta de días marcados en rojo en el almanaque de sus almas. Y su nombre quedó escrito en las hojas duras de los chaparrales, por entre las montañas grandes donde nace el arco iris, por donde corren los sueños, allí, en la casa de los silencios, donde y el cielo se abraza con la tierra.

Pájaros que emigran, tormentas, chaparrones, recuerdos, nostalgia...

Y en esta nuestra morada, árboles, césped, águilas, “chalrrillas”, poderosos, humildes, niños, ancianos…el consuelo de saber que sigue latente el campanín de una vieja iglesia y nos recuerda, un año más, que el Arcángel sigue velando nuestros pasos.

Humedad en el albero. árboles desnudos, jardines solitarios…



Vestíos de fiesta, cordobeses porque…

Llega un año más el día de San Rafael.



















17 oct 2012

El arte de ser mayor


 
(Este escrito forma parte de una serie de ellos en Cuadernos para Mayores, dedicados a la Asociación Nacional de Maestros Jubilados. Lo escribí el invierno pasado pero hoy lo dedico a los mayores de nuestro pueblo)

Los fríos de este enero no me impiden pasear a las siete de cada mañana por las calles solitarias de mi barrio.
Hoy, como cada sábado y domingo, con mi transistor a ristre, escucho el Radio Nacional  de España. Y tras el paseo, mi encuentro con el grupo de amigos madrugadores que gustan, como yo, de un buen café que nos reconforta y suelta la lengua.
Como decorado de fondo, la sierra, diagnóstico infalible del tiempo. Una grata y llana complicidad se instaura en nosotros. Con las farolas de la Avenida encendidas todavía y sin perder de vista las opacas nieblas que difuminan el paisaje, las palabras de estos amigos son como un runrún de lluvia fresca que calara mi alma: Lo que tiene de malo ser viejo, es la puñetera manía de los hijos de traernos y llevarnos dónde ellos quieran. ¿Que vas a casa de tu hija? El mejor sitio para el yerno. ¿Que vas a casa de tu hijo? La nuera: No se duerma en el sillón, abuelo, no se levante tan temprano, no se acueste tan tarde..  
Sucede que, oyendo a mis amigos, una piensa que lo mejor es optar por la soledad: nuestra casa, nuestro sillón, nuestro primer sitio, nuestro hacer lo que nos venga en gana, etc.
Estos pensamientos rondaban por mi cabeza, mientras mis amigos contertulios se dispersaban, y yo, como en éxtasis, permanecía junto a la ventana, junto a la niebla, junto a mis amigos de la radio, presentes allí, en el rescoldo de la hora y de una pequeña estufa de butano.
Y quiero deciros, amigos de la radio, que llegamos al mundo con un hermoso proyecto: hacer de nuestra existencia una bella obra de arte.
Más o menos conscientes de ello, todos hemos trabajado en este sentido. Y es por eso que no podemos retirarnos, sin consumar nuestra obra.
Sí, ser mayor conlleva aceptar limitaciones, exclusiones, humillaciones y soledad, mucha soledad, pero a veces, somos nosotros mismos quienes provocamos tales situaciones al exigir más de lo que nos corresponde, al aferrarnos al bastón de mando de nuestra total autonomía, cuando ya no tenemos facultades para ello, ni a quiénes propinar bastonazos.

Hay que ser mayor con elegancia, dignidad y yo diría que hasta con solemnidad. No vale el aislamiento y el recluirnos en esa "cabezadita" en el dulce traqueteo del tren que nos conduce en el último tramo del viaje.

Pero, ¿cuándo somos mayores? ¿Cuándo se supone que tenemos que practicar dicha dignidad? Mi nieto de cinco años me decía el otro día:  Yo ya me visto solito porque, como ya soy mayor...
Y no va muy descaminado el chiquillo: para él los años, por ahora, son referencia incuestionable. Lo peor será, cuando pasado el tiempo, los acontecimientos, el almanaque, la mala uva de la gente y una mijita de regomello, le haga querer olvidarse de la fecha gloriosa de su nacimiento.

Acabamos de celebrar el Día de los Mayores. Tenemos un año por delante, ¡todo enterito para los mayores!, .
Y desde mi experiencia, me permito contestar a la pregunta que nos hacemos casi siempre pensando en los demás: ¿cuándo somos mayores? ¿A los cinco años? ¿A los veinte? -esa era, de niña, mi edad referencial- ¿A los sesenta? ¿A los ochenta? No, amigo mayor: uno es viejo más que mayor, cuando empieza a decir cosas como... En estos tiempos tan modernos... Ya no tiene uno edad para.. A la juventud de hoy no hay quien la entienda. ¡Si no pasan días por ti!
Y un largo etcétera que van proclamando a los cuatro vientos aquello que nos duele en el alma: los años vividos y contabilizados, sobre todo por los demás, con una exactitud castrense.
Es verdad que el vértigo de la técnica, de los cambios, nos puede dejar así como un poco descolocados, pero en absoluto fuera de juego, si nuestras capacidades lo permiten, claro.
Si bien es cierto que aquí, como anillo al dedo nos viene aquello de la pescadilla que se muerde la cola: las capacidades, si no se ejercitan, se atrofian y si, por desidia, abandono... ayudamos a invalidarlas, nos podemos considerar viejos de remate porque iremos perdiendo continente y contenido.

Yo creo que el arte de ser mayor se puede resumir diciendo que hay que vivir, a cualquier edad, y siempre que la salud lo permita, sin perder interés por la vida, el progreso, la sociedad… Sin perder la dignidad y dando valor a lo que verdaderamente lo tiene y dejando de lado pequeñas cosas, absurdos pensamientos que puedan torturarnos , porque …
El aspirar a permanecer sentados en el banquillo mirando cómo juegan los demás, para mí, es ser viejo; demasiado viejo.











14 oct 2012

Vejez: palabra temida




 
Creo que es la palabra fantasma por antonomasia. Y es por ello que la sitúo en primer lugar, si bien la aparición de nuestras goteras están aún lejos de que seamos auténticos viejos, pero hacia ella dirigimos nuestros miedos en general y, a partir de cierta edad, la percibimos tan cercana y horrible que le volvemos la espalda, asiéndonos fuertemente a la palabra juventud.
Me comentaba un amigo: Ya soy mayor porque decía mi madre que lo sería cuando empezara a comer de todo, y ya me como hasta las piedras, cuando el médico me tiene prohibido casi hasta el aire .De forma espontánea le contesté: Yo creo que uno empieza a ser mayor –viejo– cuando empieza a pensar que es joven.
No obstante, y antes de seguir, creo que la palabra viejo/a deberíamos borrarla de nuestro vocabulario cuando nos referimos a personas. Lo viejo tiene connotaciones negativas. Lo viejo es algo que ya no sirve, que está de más, algo que hay que arrinconar o tirar. Las personas nunca son deshecho. Siempre, por muchos años que tengan, por muchos achaques e incluso enfermedades, son aprovechables, tanto por sus palabras como por sus silencios. 
Las dichosas goteras, no tendrían el matiz de pánico que nos provocan si no fuera porque en ellas vemos cómo nuestros pasos se agigantan hacia una meta que un amigo definía como “fea, muy fea”: la vejez.
Y es evidente que un granito en la cara, por ejemplo, no lo vive de idéntica forma un joven que un mayor. Para el joven, es algo feo, pero remediable, pasajero. Le preocupa sólo y exclusivamente la estética. Para el mayor, la aparición en su rostro de una mancha, de un una verruguita es, además de algo feo, un síntoma irreversible de los años.
Y si bien es verdad que los años van marcando sus huellas, no lo es menos que muchas de ellas se pueden retrasar, suavizar y en cualquier caso, aceptar y aprender a convivir con lo irremediable, buscando el lado positivo que, sin duda tiene. Basta, a veces, una simple reflexión que pase por cuestionarse algo tan elemental como esto. ¿Cuántos familiares, amigos, conocidos se quedaron en el camino sin llegar a cumplir nuestros años?
Luego vivir en plena conciencia y paz con el dolorcillo de rodilla, con el oído un poco duro, con las canas -que hay que ver cómo crecen-, con las arrugas que se desatan imparables, con los normales síntomas de los años que vamos viviendo y hasta, como me decía una señora, vivir acostumbrándose a vivir con dolores y llegar hasta a olvidarse de cómo era la vida cuando no se tenían.
Todos nos vamos haciendo mayores día tras día y creo que es necesario tener en cuenta la gran riqueza de las personas mayores y todo lo que aportan diariamente. Ante estas dos circunstancias, planteo la necesidad de poder hablar de programas y de intentar romper con los estereotipos, aquellos que nos muestran los medios de comunicación. Para ello debemos tener claro que:
Vejez no es igual a enfermedad.
No es igual a improductividad, los ancianos siguen aportando mucho desde la experiencia.
Las personas mayores no siempre necesitan protección, porque pareciera que ser mayor es igual a necesitar atención.
No todas las personas mayores son siempre pasivas.
"Vejez" no es igual a jubilación; son precisamente las personas mayores quienes han ayudado a construir el estado del bienestar. Pero además está claro que nos podemos jubilar de trabajar pero no de vivir, o de aprender, o de seguirnos educándonos.
Vivamos felices, pues, dentro de lo que cabe, con lo rutinario, que se centra en nuestro medio, en nuestras cosas de cada día, pero, esí sí, valorando el qu epodamos seguir viendo la lluvia, los pájaros, las estrellas... Y compartiendo momentos con los hijos, con los nietos...
Es muy triste el que, a veces, tenemos mucho y no lo sabemos.

7 oct 2012

Anécdota para empezar




Por muy oscura que te parezca la noche,
busca en el índice de tus años y allí encontrarás siempre
el faro que te ayude a navegar y llegar a buen puerto.

Cuando sólo tenía doce años, por mi cuenta, en silencio y soledad, allá en mi pueblo, me impuse la obligación de cuidar a una anciana que enferma yacía medio inválida en un camastro. Su casa una buhardilla sucia y abandonada.

Cada tarde, al salir del colegio, corría con mi merienda en el bolsillo. La anciana, arrugada como una pasa, con lagos y pobres cabellos blancos, desdentada, maloliente... me inspiraba tales contradictorios sentimientos que, en mi enorme impotencia, ni entendía ni sabía encauzar.

No obstante, le hacía la cama, la peinaba, le daba algo de comer -siempre de lo que yo llevaba- y la acompañaba.

Me pregunto siempre cómo pude hacerlo. Era tan sólo una niña.

Y la respuesta creo que no es otra que ésta: A pesar de mis pocos años y de mi gran inexperiencia intuía una urgencia: atender a los marginados y, en aquel caso, entonces, y en muchos, ahora, los mayores son objeto de marginación, olvido y lo que yo considero peor: son los grandes ignorados. Son muchas las veces que lloran y guardan silencio por amor a los hijos, por no molestar, por infinitas razones que solo ellos conocen.

Y si es verdad que tal vez el problema de la pobreza no lo sea actualmente tanto, sí lo sigue siendo, y en buena parte, la poca atención que se les presta.

Un mayor debería ser un lujo para la familia, porque nada más tierno, más entrañable, más acogedor que los padres, los abuelos...

Pero esta obra que tengo entre las manos y que con todo cariño he escrito, va más más en la línea de animar a los mayores para que, en lo posible, ante todo y sobre todo, se valoren, se autoestimen, se acepten y sean felices, en el grado que les sea posible, asumiendo, sin dramatizar, su situación, bien de soledad, enfermedad, bien de convivencia con hijos y familiares.

Nadie se puede eximir, por razones de edad, de ser útil, responsable... `porque mientras un ápice de aire entre en nuestros pulmones, tenemos obligación de construir algo: una sonrisa, un gesto, una palabra...

Porque tan bello puede ser el ocaso como la primavera,
si vivimos en paz con nosotros mismos y con los demás.

6 oct 2012

Palabras fantasmas para los mayores


Desdramaticemos, arrojemos lejos de nosotros el miedo a ciertas palabras que las consideramos los grandes fantasmas de nuestros días, palabras que rehusamos, que apartamos de nuestro vocabulario, y lo que es peor, queremos borrar del escenario de nuestras vidas porque son como el arcaduz implacable de la memoria que, sin tregua, nos recuerda cómo la juventud se aleja de nuestro horizonte, pero no todo está perdido; nos queda camino por recorrer.

Y en esta maratón de pequeños pero crecientes miedos podemos caer en el absurdo de excusarnos, autoengañarnos hasta de esa celebración que puede y debe ser nuestro cumpleaños, porque jamás deberíamos pasar de puntillas por fecha tan señalada como ésta en la que llegamos al mundo.

Negar la evidencia es el peor de los remedios. Sería como ponernos una venda en los ojos para atravesar un río. Muy al contrario, tomar todo tipo de precauciones sería lo correcto para evitar incidentes, imprevisibles, provocados por nuestra voluntaria ceguera.


El paso del tiempo es imparable. Pocos deseamos cumplir años, pero no queda más remedio que tomar las cosas como son y aceptarlas tal como devienen. Los años de madurez llegan, o nos han llegado ya, y hay que prepararse o mentalizarse para afrontarlos y vivirlos con placidez, con alegría y con la satisfacción propia de saber vivir, de poseer estrategias de resolución de problemas y con la seguridad de bien aprovechar lo bueno que la sociedad depara, que también es mucho si se sabe discernir.

La vida es hermosa si sabe vivir pero también puede convertirse en un infierno. Hagamos de cada día un tiempo de alegría, sencillamente porque vivimos y vivir es todo. No esperemos a valorarlo en el último momento. Será demasiado tarde

La vida es un corto paseo al atardecer de un bello día. .Cada paso que damos es una pérdida de juventud natural o física, también puede y debe ser un renovar e incluso acrecentar nuestra juventud de espíritu..


Luego, concluyamos en que hay que cuidarse, arreglarse y hasta mimarse, porque la madurez puede ser una época maravillosa, ya que los años proporcionan serenidad, formación, y hasta belleza propia de cada cual y de cada edad.









5 oct 2012

Prueba a Dibujar

¿Te gusta el dibujo? ¿Que no tienes cualidades? Bueno, tampoco yo, pero buscando y queriendo siempre aprender, dí con herramientas digitales que me han proporcionado  momentos de gran satisfacción al poder dar rienda suelta a mis deseos y, sobre todo, a mi creatividad.
¡Inténtalo y verás como puedes








De la mujer que le salieron goteras



Una mujer sexagenaria vivía sola en una casa llena de recuerdos. Cada amanecer, ilusionada, se levantaba, salía a la calle, paseaba contemplando cómo crecía el día e invariablemente se repetía: ¡Qué feliz soy! Tengo mucho; no preciso más.
Pero una mañana, tras larga noche de lluvia, nada más abrir los ojos observó sobre su cabecera una mancha de humedad que auguraba una gran gotera.
¿Cómo? –se dijo– No puedo consentirlo. Debí preocuparme de limpiar el tejado antes del invierno. Hoy mismo Me pondré manos a la obra.
Efectivamente, logró que le limpiaran el tejado, si bien le advirtieron que estaba mal por el paso de los años.
La mujer se dijo: No, no son los años; son mis despistes. Cambiaré tejas y todo volverá a ser nuevo.
Y así lo hizo, pero he aquí que tras una tormenta, el techo de toda la casa comenzó a resentirse, no sólo de manchas sino de consumadas goteras que irritaban a la mujer y la obligaban a poner remedios, al tiempo que se repetía: ¡Qué mal hacen las cosas! ¡Chapuceros! Cambiaré las vigas, por si acaso.
Pero, al menor chaparrón, las goteras se multiplicaban y cada vez eran más visibles a familiares y amigos. No obstante, la obstinación de la mujer la llevaba a disimular y su empeño de repetirse: ¡No, no lo voy a consentir! Mi casa está muy bien hecha, mi casa es fuerte, mi casa está hecha a la antigua y se conserva como el primer día… La culpa es de los operarios. La culpa es del fuerte viento. La culpa es de mi falta de previsión…
Y, sin cesar, parcheaba cuantos deterioros se producían.
Llegó un día que la mujer, consciente de que no podía atajar el progresivo deterioro de su casa, reflexionó y se dijo: Verdaderamente esta casa tiene ya muchos años. Pero no tengo otra, ni puedo vivir en constante pelea con estas cuatro paredes que han sido mi cobijo y el de mi familia. Pondré palanganas y cubos a las goteras, buscaré los mejores remedios para evitar otras nuevas; tendré que aprender a convivir con ellas.
Y a partir de aquel día, la mujer notó que aquellas agresivas goteras, si bien caían, lo hacían con más suavidad y producían un agradable sonido que la adormecían en sus peores horas como si de un relajante concierto se tratara.

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Queridos amigos/as: tan solo tres palabras: prevenir, remediar y aceptar. Eso es: hay que prevenir,cuanto antes, tratando de llevar vida sana que incluye buena limentación, ejercicio y las necesarias revisiones médicas.
Hay que poner remedio a lo que se pueda. Por ejemplo, teñir unas canas, arreglarse la boca, etc.
Y cuando las "goteras" sean inevitables, tendremos que aceptarlas sin pelear con ellas, sino con una  sincera y profunda reflexión: tendremos que acontumbranos a vivir con ellas.  
Llegar a ser mayor significa, ante todo, que hemos vivido, que vivimos. Luego no parezcamos muertos vivientes.

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Más dibujos




  
         

Vvivir los momentos




La salida del sol, ¡qué maravilloso momento!
No te lo pierdas. ¡Vívelo!


Hace años encontré una cita de O. Wilde acerca de su concepción de la vida, bastante coincidente con la mía: "La vida -dice él- es simplemente un mal cuarto de hora formado por momentos exquisitos".

Y es cierto:
La vida no podemos medirla en años, ni en días, ni tan siquiera en cuartos de hora, la vida es una sucesión de momentos que en cadena y en el repente de un flash nos ilumina al fin de que vayamos troquelando el camino que conduce hacia nosotros mismos.

Sí, hasta el momento postrero nos queda tiempo para escribir una palabra, al menos, sobre el blanco tapiz de la vida.

Y un momento es la salida del sol y el ocaso, y un momento es la sonrisa de un niño y el perfume de una flor, y un momento es el repique de campanas, y el paso de un coche fúnebre, y un pájaro que canta, y un ser humano que llora, y un momento es la euforia y otro la depresión y tristeza...

Sólo vivimos momentos sumergidos en el vaporoso agridulce que, en definitiva, viene a ser la vida, pero la vida fluye como los ríos y nadie puede bañarse dos veces en la mismo agua.

De ahí que la bebamos a conciencia de que gota a gota corre sin retorno.

No hay marcha atrás en el tiempo. Tan sólo disponemos de ese maravilloso momento que, en este mismo instante, tenemos en nuestras manos.

¿Por qué no vivirlo con la exquisitez de lo efímero y no obstante transcendente?

Mi momento presente, cuando esto escribía, un amanecer despejado y sereno, el perfume de la hierbabuena en mi maceta, una ambulancia que pasaba…

Querido mayor: vive tus momentos presentes. ¿Cómo es el de ahora mismo? ¿Cómo será el de después? Si te sirve de algo, ten la seguridad de que vivimos momentos muy semejantes



PADRE NUESTRO DEL MAYOR




Padre mío que estás en los cielos:

En este día, atardecer ya de mi vida, quiero pedirte el pan que más necesito como alimento.

Tú que siempre me lo diste, sé generoso en esta hora y escucha mis ruegos:

No permitas, Señor que los años me hagan insensible a mi realidad presente.

Quiero seguir siendo canción, ilusión, beso para cada ser humano, sin que me importe el color de su piel, su nombre, su país... Sólo, sí, sólo su mirada fija en mis manos de padre, de madre, ayer, de abuelo, abuela, hoy.

Padre mío que estás en los cielos:

Quiero santificar cada hora que el reloj implacable del tiempo me vaya recordando mis achaques y deterioros.

Quiero aceptar en paz la soledad y el dolor. Quiero ocultar lágrimas y repartir sonrisas.

Quiero tener las manos tendidas en la dirección del amor.

 
Padre mío que estás en los cielos:

Venga a mí tu reino, aquel donde yo pueda seguir siendo zahorí del jardín maravilloso del mundo...

No me importa que la parcela sea pequeñita. ¡Déjame, al menos, una flor!

Venga a mí tu reino, aquel dónde la injusticia no me sea indiferente, dónde la ilusión siga alumbrando este camino que me va a cercando a grandes pasos a ti, al tiempo que me va alejando de mí.

Venga a mí tu reino de paz, sí, la paz del deber cumplido, con fallos, con errores, con olvidos...¡Soy humano, Señor!, la paz que, hoy, minuto a minuto, quiero crear, compartir... Quiero vivir. La paz en la que deseo morir.

Padre mío que estás en los cielos:

Hágase tu voluntad, sin que me revele, sin que me asuste, sin que te reniegue., sin que deje por ello de luchar.

Líbrame, Señor, de la arrogancia, de la hipocresía, de la envidia...Líbrame de caer en pesimismos y lamentos...

Dame. Señor, cada día, el pan que me torne a mi realidad de hoy para que sin nostalgias, sin temores, siga construyendo, caminando...

Y no permitas, Señor, que ciego a mi realidad, me proclame joven y virtuoso; tampoco viejo y necio.

¡Dame, Señor, tu pan..!

Tú pan, Señor, es el bocado que necesito para que mi AMEN definitivo sea un cántico de gloria que te haga sonreír por los siglos de los siglos...