Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

7 oct 2012

Anécdota para empezar




Por muy oscura que te parezca la noche,
busca en el índice de tus años y allí encontrarás siempre
el faro que te ayude a navegar y llegar a buen puerto.

Cuando sólo tenía doce años, por mi cuenta, en silencio y soledad, allá en mi pueblo, me impuse la obligación de cuidar a una anciana que enferma yacía medio inválida en un camastro. Su casa una buhardilla sucia y abandonada.

Cada tarde, al salir del colegio, corría con mi merienda en el bolsillo. La anciana, arrugada como una pasa, con lagos y pobres cabellos blancos, desdentada, maloliente... me inspiraba tales contradictorios sentimientos que, en mi enorme impotencia, ni entendía ni sabía encauzar.

No obstante, le hacía la cama, la peinaba, le daba algo de comer -siempre de lo que yo llevaba- y la acompañaba.

Me pregunto siempre cómo pude hacerlo. Era tan sólo una niña.

Y la respuesta creo que no es otra que ésta: A pesar de mis pocos años y de mi gran inexperiencia intuía una urgencia: atender a los marginados y, en aquel caso, entonces, y en muchos, ahora, los mayores son objeto de marginación, olvido y lo que yo considero peor: son los grandes ignorados. Son muchas las veces que lloran y guardan silencio por amor a los hijos, por no molestar, por infinitas razones que solo ellos conocen.

Y si es verdad que tal vez el problema de la pobreza no lo sea actualmente tanto, sí lo sigue siendo, y en buena parte, la poca atención que se les presta.

Un mayor debería ser un lujo para la familia, porque nada más tierno, más entrañable, más acogedor que los padres, los abuelos...

Pero esta obra que tengo entre las manos y que con todo cariño he escrito, va más más en la línea de animar a los mayores para que, en lo posible, ante todo y sobre todo, se valoren, se autoestimen, se acepten y sean felices, en el grado que les sea posible, asumiendo, sin dramatizar, su situación, bien de soledad, enfermedad, bien de convivencia con hijos y familiares.

Nadie se puede eximir, por razones de edad, de ser útil, responsable... `porque mientras un ápice de aire entre en nuestros pulmones, tenemos obligación de construir algo: una sonrisa, un gesto, una palabra...

Porque tan bello puede ser el ocaso como la primavera,
si vivimos en paz con nosotros mismos y con los demás.

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