Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

28 dic 2015

Nada de sobra

DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
 29/12/201
Isabel Agüera
 +
Hay días que uno siente como necesidad de sumergirme en la nada y sentirla hasta donde sea posible, y así, cuando en la noche amainan los ruidos, cuando se pueden abrir los ojos en oscuridad, libre de toda imagen, se nota que el verdadero sentido de la realidad emerge sin trabas a la mente. A pesar de la crisis nos sobra de todo. 
Vivimos inmersos en el tremendo agobio de no encontrar un espacio, por pequeño que sea, vacío. Nuestras vidas, nuestras casas, nuestro mundo han perdido todo tipo de belleza, humanidad, alegría... por el deseo consumista de tener mucho de todo, y de ahí el haber perdido también el gusto de gozar la armonía que puede ser la nada. Menos es más --dijo el precursor del minimalismo--.El minimalismo por definición se refiere a la máxima expresión con la mínima construcción: equilibrio, silencio, simplificación al máximo de lo superfluo.
Yo creo que se imponen unas buenas dosis de minimalismo a nuestras vidas porque, donde hay superabundancia, aparecen disonancias pretenciosas e irritantes. Simplificar la vida conlleva el convencimiento de que son muy pocas las cosas verdaderamente necesarias, y más aún: ver y entender que todo lo que sobra afea.
La ley seca del arte --Ortega y Gasset-- es ésta: "Ne quid nimis", nada de sobra. Todo lo que es adorno, todo lo que se puede suprimir sin que lo esencial se resienta, es contrario a la permanencia de la belleza, y en nuestra sociedad, tan barroca de necedades, mentiras, hipocresías, resulta casi imposible descubrir el encanto de un valor tan necesario como es este de eliminar tanto sobrante en nuestras vidas para dar paso a la creación de espacios despejados, vacíos donde se restaure la humanización, el respeto, la comunicación, porque tanto exceso nos impide gozar la sublime belleza de la nada.
Hagamos balance y comencemos un año más por suprimir y "airear nuestras vidas". Será muy beneficioso tanto para el cuerpo como para el espíritu.

     ¡Cuantas reflexiones ante este foco de luz 
                                                            
 iluminando al negro ciprés!


27 dic 2015

Jamases de las suegras

Estos días son un ir y venir de suegros y suegras. Aprovechando que así es me voy a referir a lo que suegras y suegros jamás debemos hacer. Me voy a referir al femenino porque si bien es cierto que todo es idénticos para el masculino,  los     suegros, por lo general, no tienen esa mala fama, objeto de chistes y burlas, porque suelen ser más discretos e involucrarse menos, creo yo. Por idénticos motivos me voy a referir también a las nueras.
De todas formas, a veces, las suegras, sin quererlo, y tal vez por ignorancia metemos la pata. Veamos, pues, que cosas, desde mi punto de vista, jamás deberíamos hacer.
§  Jamás hablar mal de la nuera a nadie, aunque tengamos motivos; mejor buscar razones para alabarla.
§  Jamás, al llamar por teléfono, y si es la nuera la que  lo coge, preguntar  directamente por nuestro hijo. Mejor, aunque sea con él con quién tenemos que hablar, buscar primero una excusa para mantener unas  palabras con ella.
§  Jamás tratar de competir en comidas con las nueras, de forma que provoquemos en los hijos aquello de,  “mi madre lo hacía mejor”. Lo correcto será alabar cualquier comida que hagan las nueras.
§  Jamás contar a los hijos cosas que nos molesten de las nueras. Conseguiríamos discusiones entre ellos y en definitiva lo que tenemos que propiciar es todo lo contrario: buen entendimiento y armonía entre ellos. Los hijos conocen mejor que nadie a sus respectivas y también a las madres.
§  Jamás intervenir, a favor de los hijos, en una discusión. Mejor callar o buscar excusas parea las nueras.  
§  Jamás llevarles un plato de postre o de cualquier otra cosa, especificando que es para el hijo o hija. Si queremos  aportar algo que sea para todos.  
§  Jamás esperar, con quejas o reproches, que una nuera  se comporte con nosotros como una hija; tampoco alardear de que para ti son iguales que tus hijos, porque es mentira, sin olvidar que hay excepciones.
§  Jamás intentar que hagan las cosas a nuestra manera; ellas tienen la  suya.
§  Jamás intentar acaparar a los hijos o de alguna forma chantajear su cariño con gestos, palabras, intervenciones que puedan molestar a su pareja.
§  Jamás decidir algo, como por ejemplo, una comida familiar, sin contar con la nuera y con la excusa de que  lo sabe el hijo.
§  Jamás dirigirse en singular, cuando la nuera está delante. Por ejemplo; si quieres os venís a comer.  Lo correcto sería: si queréis…
Y, por último, jamás de los jamases tomar partido en una discusión. Boca cerrada y punto.


25 dic 2015

Adiós, abuelo



Muy triste relato, pero estamos a tiempo de evitar que se repita.

Al cruzar la zona ajardinada de un bloque me encontré con Jacobo, un día, víspera de Navidad de hace algunos años. Sentado en un poyete, con la barbilla apoyada en una prosaica marrilla, con la mirada turbia, con labios pastosos, con manos temblorosas, con voz lejana me susurró: ¿Me puede decir la hora? Las seis –le contesté, sentándome a su lado- ¿Espera a alguien? Tras unos segundos, sumergido en un reflexivo silencio, exclamó: Ni espero ni me esperan. Ya lo tengo todo hecho y lo único que hago es estorbar.  Aquí vengo y espero a mi nieto que anda por ahí jugando. Así me quito un rato de en medio, pero, ¿yo qué hago ya aquí?
Aquella interrogante, como un dardo, me laceró el alma. Me hice el propósito de pasar por allí cada tarde y acompañar un rato a Jacobo. Sus palabras se repetían inexorablemente: ¿Y yo que hago aquí ya?  
Me alejaba triste. Me llevaba, sin respuesta, las palabras de Jacobo. Dos días antes de Navidad  me despedí de él: Hasta que pasen estos días, Jacobo –le dije-. Que sea feliz con su familia. Se me quedó mirando con una serena mueca que venía a ser  sonrisa  en aquellos labios en los que ya no quedaban palabras.    
Pasada las fiestas y  al  regresar al jardín, con bastante frío, me detuve en el poyete de Jacobo: deseaba, más que nada, el reencuentro con  mi amigo de tantas soledades. Miré, busqué... Por entre la espesura de los arbustos, apareció un pequeño que, con la cartera a rastras, nada más verme, voceó: ¡El  abuelo se ha muerto! ¡Se lo llevaron al cementerio! 

¡Cuánta soledad  en su mirada! ¡Cuánta tristeza en sus palabras! ¡El abuelo se ha muerto! ¡Abuelo, de ojos grises, de labios amoratados, de manos sarmentosas, abuelo de mil caminos, siempre en mi corazón tendrás el rescoldo de  mis buenos recuerdos! Te fuiste sin decir adiós, sin hacer el menor ruido. Quiero volver a verte, abuelo, quiero, ¡maldita sea!,  resucitar tus años y devolverte   a una vida de ilusiones y amor, pero tal vez tu descanso infinito sea como el que sueño: rodeado de paz, de luz, de amor… Tu poyete sigue, y en   el rescoldo que dejaste  yo,  reverente, me cobijo cada día. ¡Adiós, abuelo!