Ek arte de envejecer

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19 sept 2013

Historias de vida I El borracho



  ¿No habrá manos que aparten
de los seres humanos la primera copa borracha?


  Queridos amigos: historias, relatos  breves de cara a una lectura sencilla y  amena que os distraiga y conecte, posiblemente, con vuestras vivencias, en mucho, semejantes a las mías, a las de todos los mayores y que no estaría de más, conocieran y compartieran los jóvenes


Entre dos luces. En medio de la plaza, como un bulto informe, solo, con la primera rociada de la noche encima, duerme un hombre: el borracho.
Fuego en el horizonte y el rastro luminoso, brillante... de un avión  en el cielo.
Hace frío en la plaza. Una plaza cubierta  de hojas amarillas y crujientes en el otoño de  plataneros, desnudos ya, que elevan sus copas  en un desamparo que duele.
Unos niños, rezagados de la escuela, juegan al trompo en el silencio del crepúsculo.
De la taberna de la esquina, y dando un portazo sonoro y cristalino, sale, en cortos traspiés, un hombrachón oscuro que contrasta con el tono rosado que va dejando la tarde sobre las blancas paredes  de cal.
A grandes camballadas llega a la plaza. De sus labios gordos y amoratados salen palabras en un murmullo lento y pegajoso.
Allí está, haciendo piruetas, con la cabeza caída sobre el pecho,  los hombros levantados como dos arcos tensados, y los brazos en un  dislocado paipai de lances toreros.
Los chiquillos del trompo señalan jubilosos y gritan: "¡El borracho, el borrachooo!"
Y forman un cerco de carcajadas, de palmas, de voces que corean: Borracho gacho,  hoja de laurel,  /  vete a tu casa, que va a llover.
Al borracho se le doblan las rodillas. Su cuerpo, en un torpe balanceo, cae al suelo.
Los niños se dispersan con indiferencia. El reloj del Ayuntamiento da siete campanadas, y en la iglesia, con un nostálgico repique, se anuncia la hora del Ángelus. Y las mujeres se santiguan, y los hombres, reverentemente, se levantan gorras y sombreros. Después, las mujeres, con velos hasta la cintura, entran a la iglesia; es la hora del rosario. Y los hombres aguardan en las tabernas. La calle, la plaza es tan sólo escenario para la luna llena, el pobre borracho y la pálida luz de viejas farolas.

PUNTOS PARA LA REFLEXIÓN
¿No habrá manos en el mundo que recojan al borracho?
¿Acaso falta amor, atención para evitar que la primera copa "borracha" llegue a manos de un ser humano?
¿Quién tendría que estar cerca para evitarla?
¿Por qué la gente se muestra reverente ante unas campanas y e indiferente ante un ser humano?
¿Será Dios antes que sus criaturas?

¡Pobre borracho! Para ti, mi compasión y mi recuerdo. Yo te vi, te miré, te compadecí, pero, ¡si tan sólo tenía nueve años!

1 comentario:

  1. La reverencia ante la campanas es solo apariencia de falsa espiritualidad.El ser humano olvida que Dios era el amigo que buscaba al pobre, al despreciado a las prostitutas ..... no buscaba al fariseo porque este ya se consideraba bueno que no necesitaba del amor y perdón de Dios. Un abrazo.

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