Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

18 sept 2015

Preludio de otoño


A medida que se disipa la niebla, crece el día. Y mis ojos se reencuentran con el árbol al pie de la ladera,  con el camino de ayer, con la memoria perdida de cosas que fueron el presente feliz de mi infancia: crujir de viejos tejados, goteras en palanganas y cubos, humo blanco, humo negro a borbotones en fríos amaneceres de ancestrales chimeneas.
Gatos, palomos, voces, patios, sillas de anea en el atardecer del jardín...
Y papá, y mamá, y mis seis hermano, y yo...
Índice del pasado que, si bien  me remite a la salvación, mi presente, este hoy de casi otoñal en mañana de niebla densa, luz, aliento, rayo que me sostiene en surcos donde todavía es posible la sementera de un gesto, de una palabra, de una semilla...
No, no hay fecha de caducidad. Hay, cada cosa una vez; sólo una vez.
No podemos exiliarnos, porque, mientras en nuestra frente notemos el aliento de Dios, la vida sigue.
Sacudíos, amigos, la niebla, y un sol poderoso diluviará sobre nuestros áridos sueños.
Sí, así lo creo, anclada en la plácida orilla de un mar que, dejando atrás las tempestades, sólo levanta brisas y entona himnos a la belleza oculta de las cosas en esta hora de quietud, en esta hora de visajes e interrogantes,
de profundas reflexiones, de contrastes... En esta hora de vida y muerte.



17 sept 2015

Jamases para los abuelos

Buenos días a todos: hoy, turno para  abuelos y en gran parte también turno para   padres. A todos nos queda mucho por aprender y mucho por enseñar. Buen fin de semana, ya.

  
1)   Jamás deben sentirse obligados a ser canguros de sus nietos.
2)   Jamás deben mentir a los nietos. Si no puede decir la verdad, sencillamente expresarlo así, pero nunca mentir.
3)   Jamás deben desautorizar a los padres. Si opinan que están equivocados, deben tratarlo en privado con ellos.
4)   Jamás, por ningún motivo, deben chantajear a los nietos.
5)   Jamás deben asustar a los nietos para conseguir determinados fines.
6)   Jamás deben estar dispuesto a consentirlo todo. Hay que dilatarse pero no derretirse. 
7)   Jamás deben hablar de forma negativa a cualquier manifestación sexual natural de los pequeños.  
8)   Jamás deben llamar pecado a una palabra soez o grosera, aprendida de los adultos.
9)   Jamás deben hablar demasiado del cielo, del infierno, etc. Pueden suscitar preguntas para las cuales no van a tener respuestas.
10) Jamás deben sermonear acerca del pasado como mejor tiempo.
11) Jamás deben silenciar la opinión de los nietos. Primero escuchar, después opinar.
12) Jamás deben disimular sus achaques; tampoco abusar de ellos ante los nietos.
13) Jamás olvidar que los nietos son el futuro que pasa, casi milagrosamente, por sus manos, un futuro que debe  culminar en una auténtica obra de arte y que para ello, su granito de arena es imprescindible, porque paso a paso se hace el camino.





4 sept 2015

Cuento: La pieza del puzles



Este bello amanecer de hoy, mi imagen perfecta.
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Hoy, domingo, amigos, mis mejores deseos de que paséis un buen día y un cuento  muy breve que no precisa moraleja.
La pieza más grande de un gigantesco puzles, desparramado sobre un tablero, le dijo  a una tan pequeña que apenas si se veía: ¡qué insignificante eres! Tu presencia en este  puzles es inexistente, hasta el punto de que no eres necesaria para nada.
La insignificante pieza nada contestó. Cerca del tablero, y por una ventana abierta, entró una ráfaga de viento que arrojó al suelo a la pequeña pieza. El dueño de aquel caprichoso puzles, un día y otro, iba encajando las piezas que había empezado  por la más grande que continuaba jactándose de la pequeña, perdida por el suelo. ¿Te has dado cuenta? –le decía- Empezó por mí. A ti ni te ha visto.
La pequeña pieza tampoco le contestó en esta ocasión. Sucedió que, cuando, pasados los días, el puzles estaba listo para ser terminado, aquel hombre, inquieto, cayó en la cuenta de que le faltaba la pieza pequeña para completarlo. ¡No puede ser! –se repetía- ¡Sin la pieza que falta esta obra está incompleta! ¡Tengo que buscarla, tengo que encontrarla para poder dormir y vivir tranquilo!
Y a fuerza de buscar dio con la pieza que seguía debajo del tablero. El hombre suspiró feliz: ¡Al fin la encontré! Una obra inacabada no vale nada.

Fue entonces, cuando la insignificante pieza habló y dijo: ¿te das cuenta hermana? Da igual ser el primero o el último, si contribuyes a que la obra sea perfecta.

3 sept 2015

Mi relato del verano

Buenos días, amigos: hoy, mi relato  del verano. Han sido muchos pero hoy os traigo, a propósito de la actualidad, el que más  me impactó, el que no podré olvidar jamás. Sí, es doloroso, pero es real y esta madrugada lo escribo para vosotros.
En sus ojos estaba el mar y en sus labios palabras sin sonido que se adivinaban  en un leve parpadeo de sus labios. Noventa y dos años, vestido de negro, desdentado,  de andares fatigosos y un sombrero de muchos soles que le colgaba por el cuello. Llegó un día, al poyete donde yo me tomaba un largo respiro.  Buenas –dijo-, con su permiso. Casi codo a codo una especie de mutua cortesía nos mantenía en absoluto silencio. Se levanto aire y un remolino de papeles fue el detonante de mi intromisión en aquel hermético hombre que, eclipsado, con la mirada fija en el mar, era ausencia y lejanía.   Parece que va a cambiar el tiempodije-. El color del mar es casi negro. Fue entonces, cuando tras humedecerse los labios que parecían sellados por alguna mala historia, exclamó: señora, yo siempre lo veo negro, muy negro. ¿Cómo es eso? ¿tiene algún problema de vista? -pregunté ingenuamente-. No, señora, no; la vista, como los años que tengo, vieja. Tragó saliva, unos instantes de  silencio y al fin exclamó:  ¿Ve aquellos criaderos de mejillones? Están lejos pero se ven bien. ¡Sí, si los veo! Son como dos franjas negras… ¡Eso es –me interrumpió-, Muy negras. Un poco más adentro se ahogó mi hijo de veinticinco años… Suspiró y volvió a exclamar: desde entonces el mar se  vistió de negro, como mi vida, como todo lo que me rodea… Se fue hace cinco años y hasta hoy. ¡Sabes Dios!
 No volví a verlo, pero en sus ojos estaba el mar. Desde aquel día, en los míos, un joven, un niño… ahogados en la playa y no culpa del mar, culpa de un mundo que no podemos o no queremos administrar mejor.
Miro al cielo y  no sé qué pedir; tampoco hay un dios responsable. Por eso os miro a vosotros, amigos, y os pido solidaridad, amor con todos aquellos que, como el anciano de negro, lleven un drama en su mirada. Seguro que el mundo cambiará, cuando cada uno de nosotros  tiña sus ojos de  esperanza.
Y hoy no tengo más imagen que aquella que todos llevamos prendidos en la retina: la del pequeño muerto en una playa.