Ek arte de envejecer

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4 sept 2015

Cuento: La pieza del puzles



Este bello amanecer de hoy, mi imagen perfecta.
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Hoy, domingo, amigos, mis mejores deseos de que paséis un buen día y un cuento  muy breve que no precisa moraleja.
La pieza más grande de un gigantesco puzles, desparramado sobre un tablero, le dijo  a una tan pequeña que apenas si se veía: ¡qué insignificante eres! Tu presencia en este  puzles es inexistente, hasta el punto de que no eres necesaria para nada.
La insignificante pieza nada contestó. Cerca del tablero, y por una ventana abierta, entró una ráfaga de viento que arrojó al suelo a la pequeña pieza. El dueño de aquel caprichoso puzles, un día y otro, iba encajando las piezas que había empezado  por la más grande que continuaba jactándose de la pequeña, perdida por el suelo. ¿Te has dado cuenta? –le decía- Empezó por mí. A ti ni te ha visto.
La pequeña pieza tampoco le contestó en esta ocasión. Sucedió que, cuando, pasados los días, el puzles estaba listo para ser terminado, aquel hombre, inquieto, cayó en la cuenta de que le faltaba la pieza pequeña para completarlo. ¡No puede ser! –se repetía- ¡Sin la pieza que falta esta obra está incompleta! ¡Tengo que buscarla, tengo que encontrarla para poder dormir y vivir tranquilo!
Y a fuerza de buscar dio con la pieza que seguía debajo del tablero. El hombre suspiró feliz: ¡Al fin la encontré! Una obra inacabada no vale nada.

Fue entonces, cuando la insignificante pieza habló y dijo: ¿te das cuenta hermana? Da igual ser el primero o el último, si contribuyes a que la obra sea perfecta.

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