Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

23 may 2013

Vale la pena verlo

Queridos amigos: Una prueba del buen hacer de una Comunidad Educatica en la que, hasta los abuelos, participaron. Mi hija fue el motor, si bien con total colaboración de todos. Vale la pena verlo. Pincha en el enlace:

http://www.facebook.com/#!/photo.php?v=158904220954216&set=vb.100005039161528&type=2&theater

19 may 2013

Caminos Rotos


¡Cuántos caminos áridos, oscuros..., rotos en los que,
 no obstante, se crecen  maravillosas florecillas!


Él, anciano de pelo muy cano que le rebasaba el ala de un destartalado sombrero, mirada grande, palabras pacientes, tiernas, murmullo de caricias infinitas. Pasos cortos, torpes, macilentos, viejos… Manos agarrotadas por una galopante artrosis

Ella, rebosante de carnes blandas, en un sillón de ruedas, apenas hablaba, apenas se movía, apenas rastro de ser humano, bulto vegetal que, de vez en cuando, mascullaba ininteligible y agrios sonidos.

Él y ella, inquilinos, por caridad, de una mísera habitación por casa. Matrimonio de toda una vida, cargados de hijos, en soledad y abandono, convivían.

Ella, estática, eclipsada, perdida… ¡Sabe Dios!

Él, amor a flor de piel escuchaba y respondía a sus exigentes silencios e incansables urgencias:

Sí, ya te voy a dar de comer. Ya te voy a lavar, a peinar, a poner guapa. ¡Ya voy! ¡Ya mismo voy!

Él y ella, a veces, en silencio, se miraban, como queriendo reverberar, con fervor de lágrimas, migajas de recuerdos, voces ahogadas, silencios de años… Caminos rotos.

11 may 2013

Somos lo mejor que tenemos


(DE MI OBRA "SOMOs LO MEJOR QUE TENEMOS")


Ciudad y campiña, desde mi terraza.
Yo pienso: ¡Qué solo, no obstante, el hombre!
pero, sin miedo, trato de sobrevolar paisajes
con las alas que me crecen en momentos de paz y esperanza.

Querido amigo/a posibles lectores de este sencillo blog. Un párrafo del prólogo de mi obra, editada en Desclee de Brouwer y que me consta ha sido, y es de gran ayuda. Más adelante iré citando otros párrafos que me creo pueden ser de gran utlidad para todos los que buscamos la verdad, limpia de todo lo superfluo y vanal.

Dice Aristóteles:

Bastarse a sí mismo es una forma de felicidad.

No obstante es bastante infrecuente que el ser humano pierda el miedo a ser feliz, sin esperar grandes cosas de los demás.
Y es por eso que se sienta abocado, en incesante búsqueda, al remedio fácil, a la ayuda que, a cualquier precio, pueda encontrar sin que medie, la mayoría de las veces, ni tan siquiera amistad, profesionalidad ni, por supuesto, mera estima.
Proliferan, pues, embaucadores a los que, no obstante, hay que reconocerles un valor: han descubierto la importancia de escuchar, de acercarse, de saberse cálidos y hasta mágicos, y la gente sana, cura, es feliz, cuando se sabe atendida por tales prerrogativas.
Vivimos en una sociedad que potencia el escepticismo de seres humanos tan, de forma natural, dados a la comunicación, al intercambio de emociones, problemas, sensaciones...
Buscar en soledad la verdad es caer en la cuenta de que el hombre es un ser solitario que necesita la presencia de los demás para creerse acompañado, comprendido y amado.
Pero no ha lugar a tal en un mundo duro de oído a la calidez de la palabra, porque son demasiados los ruidos interiores y ellos nos ahogan en una especie de indiferencia absoluta.

Y yo digo:

 Somos lo mejor que tenemos.

No debemos, pues, ni ignorarlo, ni desaprovecharlo porque nacimos solos y moriremos solos. ¿A que mayor aventura podemos enfrentarnos en soledad? No, no hay tal. Aprendamos, pues, a caminar sin manos que nos guien, pero si las encontramos, no las despreciemos. Tal vez nos hagan más  "disitraido" el tránsito.

8 may 2013

El hombre que se olvidó de sembrar


 Querido mayor: U
Para ti esta bellísima rosa encontrada en el camino.

n cuento muy breve pero en él un mensaje: No pueden detenernos los años, la desgana o la desilusión. Ni se puede pensar, y menos decir, que ya nada  nos queda por hacer. Son absurdas lamentaciones que ni tan siquiera nosotros nos creemos. Siempre queda algo por hacer, por insignificante que pueda parecernos, hoy, porque, seguro que mañana, cuando ni a eso podamos llegar, caeremos en la cuenta de cuánto desearíamos volver  y aprovechar lo que nos vaya quedando.

Mi cuento va por ti y por mí:

Un hombre, aficionado a la vida cómoda, el día de su jubilación, se dijo: Ya es hora de descansar. A partir de hoy, ¡buena vida! Lo tengo todo hecho. Ahora les toca a los demás.

Otro hombre, de su misma edad y circunstancias, se dijo: Hay mucha faena por hacer. No, no me jubilaré; seguiré trabajando en lo que pueda.

Sucedió que, pasado algún tiempo, el hombre que se había dado a la vida cómoda, observó cómo su vecino regresaba del campo con las manos llenas de frutos de su cosecha. ¡Vaya! -se dijo-. Es la hora de la recogida y, ¡qué buen año ha debido ser a juzgar por la recolección que ha hecho mi vecino! Iré a mi campo y recogeré mis frutos no vaya a ser que me los roben.

Y a toda prisa se dirigió a su propiedad, pero, cuando estuvo en ella, sólo encontró un erial de pasto y forraje que ni tan siquiera servía de alimento a los animalillos del campo. ¿Cómo es esto? - vociferó desesperado-. ¡Sí, me han robado! ¡Ladrones, ladrones…!

No obstante, reflexionó: ¡Qué desmemoriado y torpe he sido! -se decía- ¡Se me pasó el tiempo de la sementera! ¿Qué hacer ahora? Ya la noche cae, y mis ojos sólo son fatiga y sueño.

Atravesaba su campo ya de regreso, cuando, a la luz de la luna, observó cómo en la linde de aquel su camino había crecido una humilde campanilla. Se dijo: ¡Caramba! ¡Algo es algo! La regaré todos los días, la visitaré y abonaré. No puedo permitir que se asfixie la única flor que me queda.

No, no permitamos perder la oportunidad de seguir creando aunque tan solo sea una sonrisa.

 




3 may 2013

Horas bajas



Esta iluminada fotografía para ti, amigo que puede
 que estés en "horas bajas".
Pasarán, seguro. Vale la pena seguir viviendo
aunque sea solo para fotografiar rosas.

 
Tormenta de primavera. Parece como si la calma y la soledad hubiesen recobrado todos sus derechos, tras una agitada semana de trabajos. Noto en esta medio mágica tarde como si las aguas de mi alma estuvieran en un nivel de alerta: no tengo ganas de salir; no tengo ganas de comer; no tengo ganas de leer...  Sólo deseo seguir y seguir, aquí, sentada junto a la cristalera de mi terraza, viendo cómo pasan las nubes en una filigrana de tonos grises, negros, blancos...

¿Estaré deprimida? Ganas de llorar tengo, y mis pensamientos discurren por el mar revuelto de los recuerdos, y mi presente lo pienso como un sin sentido al que me acoplo en un autoengaño que, en cantinela, me repite: ¡Si todavía te queda mucho por hacer!

Mi vida ha sido un largo camino de luchas, reivindicaciones, trabajos... Hoy, creo, que  lo tengo todo terminado y creo que cada instante más de vida que tengo  es un privilegio por el que debo dar gracias a Dios.

Y la tarde sigue cada vez más oscura, y ni la luz de mi lámpara deseo que perturbe estos momentos de reflexión en los que, a solas conmigo, me cuento la verdad de las cosas: Un día ya no estaré para seguir viendo cómo corren las nubes, para seguir sintiendo cómo la vida es un ligero paso en el que, a veces perdemos y a veces ganamos, para seguir comprobando que lo único que vale la pena es el amor que damos y recibimos...

Llaman a la puerta. Abro. ¡Vaya sorpresa! Mi hijo, mi nuera, mi preciosa nieta.

La cojo, me mira, me sonríe. Me contengo unas lágrimas. Es mi niña preciosa que ha llegado a visitarme y, al mirarla, las ganas de vivir me renacen porque no había reparado, en estas horas bajas, cómo agazapadas en mí, con una realidad casi palpable: Sí, tenía ganas de vivir y de vivir mucho y de hacer más. 

El telón de mi "psicodrama" se ha izado por la súbita irrupción de mi familia que ha puesto fin al caos de solitarios pensamientos que era hace unos instantes.

Y lo cuento tal y cómo lo he vivido, por si puede servir a alguien que en horas bajas se crea ya en el fin.

Tras esa cortina de humo que nos impide ver , siempre hay un motivo, un horizonte de luz que puede hacer que olvidemos el pasado y las sombras del presente porque enciende en el corazón la esperanza dulce y arrolladora del mañana que todavía es posible.

Sí, me arreglaré, me iré a la calle. Dejaré, por un rato, este sillón, este cielo de tormenta y estos negros pensamientos.

Es viernes. Llueve. Tengo familia, amigos, trabajo, salud...  ¿Qué más se puede pedir?

No ha lugar a la autocontemplación. ¡Fuera, fuera depresiones y horas bajas! Tengo tanto...
¡Ánimo, pues, amigos! No os dejéis abatir por las circunstancias. Mañana será un nuevo día y volveréis a ver las estrellas.

La luz existe, y no para deslumbrarnos, sino para marcarnos el camino y que no caigamos en la noche sin retorno..


Cuando al despertar las fuerzas te flaqueen

cuando el día te parezca gris

cuando la claridad del sol oscurezca tu mirada

cuando esa mano amiga, haya dejado de estar

cuando te creas encontrar sin salida

cuando nada tenga sentido para tí

cuando los valores carezcan de la escala tuya

                                                                                                   SONRIE