Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

19 may 2013

Caminos Rotos


¡Cuántos caminos áridos, oscuros..., rotos en los que,
 no obstante, se crecen  maravillosas florecillas!


Él, anciano de pelo muy cano que le rebasaba el ala de un destartalado sombrero, mirada grande, palabras pacientes, tiernas, murmullo de caricias infinitas. Pasos cortos, torpes, macilentos, viejos… Manos agarrotadas por una galopante artrosis

Ella, rebosante de carnes blandas, en un sillón de ruedas, apenas hablaba, apenas se movía, apenas rastro de ser humano, bulto vegetal que, de vez en cuando, mascullaba ininteligible y agrios sonidos.

Él y ella, inquilinos, por caridad, de una mísera habitación por casa. Matrimonio de toda una vida, cargados de hijos, en soledad y abandono, convivían.

Ella, estática, eclipsada, perdida… ¡Sabe Dios!

Él, amor a flor de piel escuchaba y respondía a sus exigentes silencios e incansables urgencias:

Sí, ya te voy a dar de comer. Ya te voy a lavar, a peinar, a poner guapa. ¡Ya voy! ¡Ya mismo voy!

Él y ella, a veces, en silencio, se miraban, como queriendo reverberar, con fervor de lágrimas, migajas de recuerdos, voces ahogadas, silencios de años… Caminos rotos.

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