Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

31 may 2015

Amanecer

Buenos días, amigos; hoy lunes quiero dedicaros algo sencillo, breve y nacido por la emoción de un nuevo día, una nueva semana, un nuevo mes, una nueva oportunidad... Feliz semana a todos y feliz mes de junio.

El amanecer es como una como una bella flor que, a lo largo del día, va derramando sus pétalos sobre nuestras vidas. Si al llegar la noche los hemos recogido todos, tendremos una rosa que aunar al ramillete de nuestra existencia.
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Cada día la madrugada y yo, generosas, nos desbordamos en emociones y ternuras resucitando agonías y conjurando a la vida que en silencio llega en tonos violáceos por el horizonte.

Las paredes de esta mi casa se visten, poco a poco, de esa tonalidad mágica, de ese olor limpio, fresco, caricia, abrazo de vida que es para mí el amanecer. 
Sí, es la llegada del día, y es el alumbramiento que el útero de la noche arroja a la tierra, y yo lo acuno entre mis brazos, con la ilusión, con la premura que se acoge, se protege, se ama a un recién nacido.

Mis lágrimas cansadas y su lúdica algarabía de niño son cuerda que a dúo avientan las manecillas del reloj implacable del tiempo.

Quiero asistir al nacimiento de tu día, luz del alba.

Quiero que los primeros rayos de tu sol naciente me iluminen de toda oscuridad allá en el profundo pozo de mi alma.

¡Bella, divina aurora! Sigue tendiendo tu manto sobre mi firmamento de heridas y soledades.
Te seguiré buscando, te seguiré esperando, esté dónde esté, al pie de tu aliento, al pie de cada amanecer.

30 may 2015

Vejez, la palabra más temida

(De mi obra, El Arte de Envejecer)
No envejecen tanto los años como la soledad y el olvido

 Creo que es la palabra vejez es la palabra fantasma por antonomasia. Y es por ello que la sitúo en primer lugar, si bien la aparición de nuestras goteras están aún lejos de que seamos auténticos viejos, pero hacia ella dirigimos nuestros miedos en general y,  a partir de cierta edad,  la percibimos tan cercana y horrible que le volvemos la espalda, asiéndonos fuertemente a la palabra juventud. Me comentaba un amigo: Ya soy mayor porque decía mi madre que lo sería cuando empezara a comer de todo, y ya me como hasta las piedras, cuando el médico me  tiene prohibido casi hasta el aire .De forma espontánea le contesté: Yo creo que uno empieza a ser mayor –viejo– cuando empieza a pensar que es joven.
 Las dichosas goteras, no tendrían el matiz de pánico que nos provocan si no fuera porque en ellas vemos cómo nuestros pasos se agigantan hacia una meta que un amigo definía como  “fea, muy fea”: la vejez.
Y es evidente que  un granito en la cara, por ejemplo, no lo vive de idéntica forma un joven  que un mayor. Para el joven, es algo feo, pero remediable, pasajero. Le preocupa sólo y exclusivamente la estética. Para el mayor, la aparición en su rostro de una mancha, de un una verruguita es, además de algo feo, un síntoma irreversible de los años. Y si bien es verdad que los años van marcando sus huellas, no lo es menos que muchas de ellas se pueden retrasar, suavizar y en cualquier caso, aceptar y aprender a convivir con lo irremediable, buscando el lado positivo que, sin duda tienen. Basta, a veces, una simple reflexión que pase por cuestionarse algo tan elemental como esto. ¿Cuántos familiares, amigos, conocidos se quedaron en el camino sin llegar a cumplir nuestros años? Luego vivir en plena conciencia y paz con el dolorcillo de rodilla, con el oído un poco duro, con las canas  -que hay que ver cómo crecen y los caros que son los tintes-, con las arrugas que se desatan imparables, con los normales síntomas de los años que vamos viviendo.
Creo que  para tantos mayores, que temen  y ven como auténtico fantasma la palabra vejez,  convendría dieran un repaso   a la historia para conocer cómo las diferentes culturas han vivido y aceptado a los mayores.  Comprenderemos mejor que también algo tan común a los seres humanos, no siempre se ha  considerado  y valorado  de igual forma.
Esperemos, pues, que el actual  culto a la juventud y marginación de los mayores sea también  un presente que mañana puede que haya dejado de valorarse  y se vuelva la vista a la sabiduría y experiencia de los mayores, dándoles el lugar   familiar  y social que merecen.