Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

30 may 2015

Vejez, la palabra más temida

(De mi obra, El Arte de Envejecer)
No envejecen tanto los años como la soledad y el olvido

 Creo que es la palabra vejez es la palabra fantasma por antonomasia. Y es por ello que la sitúo en primer lugar, si bien la aparición de nuestras goteras están aún lejos de que seamos auténticos viejos, pero hacia ella dirigimos nuestros miedos en general y,  a partir de cierta edad,  la percibimos tan cercana y horrible que le volvemos la espalda, asiéndonos fuertemente a la palabra juventud. Me comentaba un amigo: Ya soy mayor porque decía mi madre que lo sería cuando empezara a comer de todo, y ya me como hasta las piedras, cuando el médico me  tiene prohibido casi hasta el aire .De forma espontánea le contesté: Yo creo que uno empieza a ser mayor –viejo– cuando empieza a pensar que es joven.
 Las dichosas goteras, no tendrían el matiz de pánico que nos provocan si no fuera porque en ellas vemos cómo nuestros pasos se agigantan hacia una meta que un amigo definía como  “fea, muy fea”: la vejez.
Y es evidente que  un granito en la cara, por ejemplo, no lo vive de idéntica forma un joven  que un mayor. Para el joven, es algo feo, pero remediable, pasajero. Le preocupa sólo y exclusivamente la estética. Para el mayor, la aparición en su rostro de una mancha, de un una verruguita es, además de algo feo, un síntoma irreversible de los años. Y si bien es verdad que los años van marcando sus huellas, no lo es menos que muchas de ellas se pueden retrasar, suavizar y en cualquier caso, aceptar y aprender a convivir con lo irremediable, buscando el lado positivo que, sin duda tienen. Basta, a veces, una simple reflexión que pase por cuestionarse algo tan elemental como esto. ¿Cuántos familiares, amigos, conocidos se quedaron en el camino sin llegar a cumplir nuestros años? Luego vivir en plena conciencia y paz con el dolorcillo de rodilla, con el oído un poco duro, con las canas  -que hay que ver cómo crecen y los caros que son los tintes-, con las arrugas que se desatan imparables, con los normales síntomas de los años que vamos viviendo.
Creo que  para tantos mayores, que temen  y ven como auténtico fantasma la palabra vejez,  convendría dieran un repaso   a la historia para conocer cómo las diferentes culturas han vivido y aceptado a los mayores.  Comprenderemos mejor que también algo tan común a los seres humanos, no siempre se ha  considerado  y valorado  de igual forma.
Esperemos, pues, que el actual  culto a la juventud y marginación de los mayores sea también  un presente que mañana puede que haya dejado de valorarse  y se vuelva la vista a la sabiduría y experiencia de los mayores, dándoles el lugar   familiar  y social que merecen.

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