(De mi obra, El Arte de Envejecer)
No envejecen tanto los años como la soledad y el olvido
Creo que es la palabra vejez es la palabra fantasma por antonomasia. Y es por ello que la
sitúo en primer lugar, si bien la aparición de nuestras goteras están aún lejos
de que seamos auténticos viejos, pero hacia ella dirigimos nuestros miedos en
general y, a partir de cierta edad, la percibimos tan cercana y horrible que le
volvemos la espalda, asiéndonos fuertemente a la palabra juventud. Me comentaba
un amigo: Ya soy mayor porque decía mi
madre que lo sería cuando empezara a comer de todo, y ya me como hasta las
piedras, cuando el médico me tiene
prohibido casi hasta el aire .De forma espontánea le contesté: Yo creo que uno empieza a ser mayor
–viejo– cuando empieza a pensar que es
joven.
Las dichosas goteras, no
tendrían el matiz de pánico que nos provocan si no fuera porque en ellas vemos
cómo nuestros pasos se agigantan hacia una meta que un amigo definía como “fea, muy fea”: la vejez.
Y es evidente
que un granito en la cara, por ejemplo,
no lo vive de idéntica forma un joven que
un mayor. Para el joven, es algo feo, pero remediable, pasajero. Le preocupa
sólo y exclusivamente la estética. Para el mayor, la aparición en su rostro de
una mancha, de un una verruguita es, además de algo feo, un síntoma
irreversible de los años. Y si bien es verdad que los años van marcando sus
huellas, no lo es menos que muchas de ellas se pueden retrasar, suavizar y en
cualquier caso, aceptar y aprender a convivir con lo irremediable, buscando el
lado positivo que, sin duda tienen. Basta, a veces, una simple reflexión que
pase por cuestionarse algo tan elemental como esto. ¿Cuántos familiares, amigos, conocidos se quedaron en el camino
sin llegar a cumplir nuestros años? Luego vivir en plena conciencia y paz con
el dolorcillo de rodilla, con el oído un poco duro, con las canas -que hay que ver cómo crecen y los caros que
son los tintes-, con las arrugas que se desatan imparables, con los normales
síntomas de los años que vamos viviendo.
Creo que para tantos mayores, que temen y ven como auténtico fantasma la palabra
vejez, convendría dieran un repaso a la
historia para conocer cómo las diferentes culturas han vivido y aceptado a los
mayores. Comprenderemos mejor que
también algo tan común a los seres humanos, no siempre se ha considerado
y valorado de igual forma.
Esperemos, pues, que el actual culto a la juventud y marginación de los
mayores sea también un presente que
mañana puede que haya dejado de valorarse
y se vuelva la vista a la sabiduría y experiencia de los mayores,
dándoles el lugar familiar y social que merecen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario