Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

11 ago 2014

Lecturas de verano: Gaviotilla de los mares


 A mi hija Belén


Mi preciosa gaviotilla de los mares, vuela, vuela alto; 
no temas a la tempestad.

MAMÁ, ¿qué hay detrás de espejo? Tengo miedo de ponerme frente a él. ¿Y si cruzo el cristal y me caigo...? ¿Y si me pierdo en una maraña de caminos?  ¿Y si una mano negra me apresa...? ¿Y si no vuelvo? ¿Y si te pierdo?
Yo quiero ser mágica como mi  pluma azul,  como mi bote de pétalos de rosa, como el arco iris, mi canica de cristal...
Mamá, ¿yo estoy hecha de repentes?  De repente, Dios, de repente, voces, de repente, sueños, de repente, lágrimas, de repente, nada.   
Mamá, ¿a qué huele el dolor? ¿A pasto, hierba, lunas, soles, fuentes…? ¿Dónde estoy cuando duermo...?
Quiero que siempre te pueda  encontrar sentada, atenta al rumor de mis  ocasos y auroras.
Quiero escuchar siempre en las madrugadas  el  suave tañer de tus pasos festivos.
Quiero...  ¿Y si te mueres, mamá...? ¡No, no, nooo!
¡No te mueras nunca, mamá! 
¡Nunca, nunca, nunca!

¡Mi preciosa gaviotilla de los mares!
¡Vuela, vuela alto y que no te asuste la tempestad!
Las gaviotas jamás se ahogan en el mar.
¡Vuela, vuela alto! Tú eres mi mejor repente,
y no, no voy a morir nunca,
porque el amor, como el perfume de la rosa,
no se ve; te envuelve.

6 ago 2014

Lecturas de verano: campanas

                                                                       (Imagen de Internet)


DOBLAN las campanas y esparcen un halo de muerte que cala a golpes en el alma. Pero no habrá jamás muerte ni vacíos en mi casa porque el amor no muere; es eterno.  Y lo sé porque la vida segada de los que amé se trueca paisaje de amapolas y trigales en las mañanas, nueva luz al unísono de mis pasos. Pero, ¡mejor no dobléis, campanas! Me traéis el recuerdo oscuro, sombrío de aquella niña que fui, escondida al paso de cortejos fúnebres, espantada ante el osario allá, en el cementerio del   pueblo.
¡Mejor no dobléis! Me traéis recuerdos de aquella niña pendiente cada amanecer de vuestra voz siempre madrugadora a entonar himnos de muerte.
¡Repicad a gloria! ¡Entonad, majestuosas, himnos catedralicios a la vida! ¡Cómo se eleva mi alma imaginando el carillón de una plaza cualquiera, al atardecer, cogida por la mano, en silencio de palabras, en complicidad de almas!
Que por el universo se expanda el Aleluya de Händel, el himno a la libertad de Verdi! ¡Necesito oírlos, aquí, ahora! No me asusta la muerte si en ella hay campanas  de gloria, himnos de vida…
¡Qué rojo está el horizonte! Es el ocaso de un día y la alborada del siguiente. 
No, no temáis, queridos míos, no doblan por vosotros las campanas. Tañen, sí, pero tan sólo son remos izados al viento que no escucho. Vuestros pasos, sí, ramillete de sonoros gorjeos por la arena que rompen la niebla espesa de este Ángelus crepuscular.
¡No dobléis, campanas y echad a vuelo la lenta y musical hora de cada día!

2 ago 2014

Lecturas de Verano: Atardecer en la sierra




UNA bandada de palomos surcan los cielos de esta sierra, rincón del mundo, silencios entronizados en mi alma. ¡Hace ya tantos años!
Pero los ecos que vagan por el azul pardo de este atardecer se tornan susurros en flujo de vibraciones que me corren por los pulsos y perpetúan la belleza del amor vivido
Un palomo, dos, tres… En arrullo de amores revolotean por mi cielo crepuscular, y mi alma en armonía con la paz de esta sierra, entona canciones, viejas y nuevas. Canciones, sí, al azul del cielo, al azul del mar, al negro oscuro de esta sierra donde mi nada se confunde con los mil olores de la tierra, donde mi nada se iza  también en vuelos blancos, donde mi nada se pierde reverente ante tanta belleza.
Pero mi canción sigue y sigue, plegaria que se aúpa en la copa de esta misteriosa tarde, abrazando la luz infinita de tantas estrellas rotas. No importa el color, no importa mi nada; tan sólo mi canción.  
Y esta bandada de palomos, libertad y brisa, caudal de mi atardecer en esta sierra que ya a empieza ser  triste y  oscura.