Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

9 oct 2015

Momentos de felicidad


La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.           / Benjamin Franklin.


Ayer tarde recordé la frase citada a propósito de unos momentos de gran felicidad que viví. Nada de  nietos, ni de hijos, ni de loterías, ni de regalos… Una batata asada fue el motivo que me mantuvo feliz, nostálgica e ilusionada a un tiempo.   Sí, habéis leído bien: una batata asada, rezumando gotitas de miel con ese olor a hogar, familia, a otros tiempos que se hacían presentes en mis manos. 
Aquellas pequeñas que  cada tarde, se llegaban a la humilde casa de mi hospedaje en aquel pueblo y envueltas en servilletas de cuadros, me llevaban batatas recién sacadas del horno. 
Y aquellos años de mi infancia en los que mi madre nos sorprendías las Navidades con batatas en almíbar, y mis hijos pequeños alrededor del  horno casero, exclamando: ¡ya huelen!
¡Qué olor, qué sabor, que gusto tener una batata  asada y calentita entre las manos!
¡Qué milagro del repente de un  Dios que me soñó una noche de primavera y me proveyó de una mochila  repleta de sueños!

¿No veis  cómo la rosa antes de marchitarse inunda de polen el aguijón de las abejas? 
Así, queridos amigos, así, con momentos de felicidad, valorando hasta esta pequeña gran cosa de saborear una batata, impregnemos de amor, de felicidad nuestros  momentos presentes.

3 oct 2015

Algo de poesía

Algo de poesía, amigos, para relajar cuerpo y alma este día de sábado.




Sí, amigos, algo de poesía, de paz en la cascada de noticias que nos han aceleran  el ritmo de nuestro cotidiano vivir.  Domingo. Aire, fresco, rastros de luna al anochecer y huellas de pasos, ¡muchos pasos!,  sobre  el albero del jardín. 
¡Qué silencio,  qué paz! Parece como si la historia del mundo se hubiese borrado y naciera de nuevo inmaculada reivindicando  eternizarse  en la calma fresca de este bello lugar donde los más puros sentimientos afloran radiantes. Mi alma, volcán de sentires, torbellino de ferviente adolescencia, cohabita en hermandad con tan vírgenes deseos que corean pájaros, árboles, fuentes…  
Un no sé qué cósmico respiro y  me transmuta en juguetonas olas de radiante felicidad como si solo el universo acariciara mi cuello en amoroso coqueteo, como si solo el viento fuera canción que acariciara mis oídos, como si solo el crepúsculo fuera testigo de mi existencia. 
¿Acaso hay alguien más? Trepidar de trenes que no cesan en el temblor de las horas, estrellas, puntos luminosos en el negro crespón que empieza a ser la tarde, papeles que juegan a vuelos infantiles, voces en la lejanía, hojas que caen lentas y reverentes a mi paso. 
¡Qué paréntesis de felicidad en el agridulce de la vida! Quiero vivir la felicidad de este nuevo alumbramiento virgen de todo, historia de un día sin pasado ni futuro; blanca luz solo que irradia latidos, tálamo divino donde quiero reposar mis sueños, y mi corazón, con latidos nuevos, es un recién nacido en brazos de un dios que se apellida amor.