Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

26 nov 2014

Reflexiones en la madrugada

Y a lo lejos, en la niebla, nuestra maravillosa Mezquita Catedral

 (De mi obra "Néctar de la Vida")

 Durante unos minutos he observado cómo un caracol, en incesante intento, subía una pared.
No obstante sus reiteradas caídas, persistía en el ascenso.
Caigo en la cuenta de que mi vida, tal vez la de todos, sea como la caída del caracol: un  constante esfuerzo por seguir y seguir, siempre...
                ¡Hacia arriba, hacia el cielo...!
                ¡Hacia la búsqueda de una trascendencia!

                                             -----------------------------------------------

LA mañana, el aire fresco, los pájaros, el jardín, los árboles, el tren que pasa, la hoja que cae, el papel que vuela, la fragancia húmeda del albero… Yo que paseo...
¡Gracias, muchas gracias, Dios!
¿De dónde que merezca tantos privilegios?

                                              -----------------------------------------------

¡Pobres  seres humanos a la caza siempre de la felicidad!
La esperan mañana, pasado, el otro...
La esperan merecida, regalada, gratis...
Pero la felicidad sólo son momentos, y están...
                              ¡Claro que están!
¡Pequeñitos, raudos...!
Para mí, en este amanecer otoñal, en la barandilla de mi terraza,  respirando el vaho mágico de esta hora, con olor a tierra mojada,  con las zigzagueantes destellos, rojos, verdes, anaranjados de los semáforos en el asfalto, espejo de lluvia que no cesa.     ...
Para mí en este, mi momento presente... ¡Mi único momento…!

No busco la felicidad; la encuentro.

23 nov 2014

Cuento: El zapatero endiosado

(El zapatero, el maestro, el médico…) 

Despertar, abrir los ojos, encontrarrne con la vida, con sus interrogantes, luchas, con sus luces y sombras, me hace exclamar sorprendida: ¡si sigo viva! Me daré cuerda; tengo que crear un hermoso día.

Ilustración de Carmelo López deArce

   
Un zapatero, honrado y trabajador, ejercía su profesión en el barrio de una gran ciudad: criaba canarios, cultivaba jazmines y damas de noche, amaba a los niños y a los ancianos y, entre sus vecinos, gozaba de tal reputación que todos lo consideraban hombre talentoso, amable y prudente.
Un día alguien dijo: El zapatero puede representar y defender nuestros intereses. Pidámosle que así lo haga. Y todo el barrio lo proclamó su representante para cuántos asuntos, en cualquier orden de cosas surgieran relacionados con el barrio y sus vecinos. Pasó el tiempo y, efectivamente, el zapatero, simultaneando con su trabajo, iba y venía, tramitaba papeles, se relacionaba, servía y, con gran eficacia, fue consiguiendo mejoras para aquel barrio…  Otro día, alguien importante dijo: Este zapatero vale. Saquémosle del barrio y hagamos de él un hombre público. Y de la noche a la mañana, el zapatero se vio encumbrado y celebrado, hasta niveles tales que decidió, para mejor atender a sus múltiples trabajos, abrir un despacho en el mismo centro de la ciudad. Con todo tipo de festejos, los vecinos del barrio lo despidieron, orgullosos de su zapatero, al que, sin duda, tendrían como mejor abogado para cualquiera de sus venideras causas.
Aquella noche, cuando el zapatero, solo en su casa, se miró al espejo, se dio cuenta -¡oh, milagro!-, de cómo alrededor de su cabeza, luminosa, radiante... le orlaba una especie de corona real. Boquiabierto y entusiasmado, se dijo:  soy un rey. Soy un Dios. Soy un redentor del género humano. Soy un enviado para resolver asuntos importantes. No es conveniente, pues, que malgaste mi tiempo, mi vida en atender las impertinencias, las cotidianidades y rutinas de los hombres. ¡Eso puede hacerlo cualquiera! Me reservaré para asuntos transcendentes, para complejos proyectos...
Y se buscó una sofisticada secretaria a la que dio órdenes expresas: Sólo estoy para   para asuntos importantes.  A partir de aquel día, cuando la gente solicitaba ver al hombre público, la secretaria, finamente, repetía: Tiene que solicitar cita;  está reunido; vuelva a llamar más adelante; tal vez otro día...  Y cuando la gente del barrio insistía somos sus amigos del barrio, somos los niños, los ancianos del barrio, la secretaría, impertérrita, contestaba: dice el señor que ya los llamará para tomar café.
Pasó bastante tiempo. El hombre público esperaba cada día cosas importantes para resolver, pero éstas no llegaban, y los hombres de a pie, sus problemas, sus insistencias, cansados de esperar, llamaron a otras puertas. Una tarde,  hastiado y aburrido, decidió dar un paseo por el jardín de su antiguo barrio, pero algo insólito le sucedió. Había llovido. Las hojas de los árboles pisoteadas por los caminos, evidenciaban la llegada del otoño.  Al comprobar su presencia, los niños corrían, los ancianos le volvían la espalda, los jóvenes se escondían,  los perros le ladraban y los jazmines y damas de noche ya no eran  flores ni perfume.
El zapatero, sin entender nada, se aposentó, cansado, en un banco del jardín.  De repente, a sus pies, resquicios de las primeras lluvias de la temporada, un charco de limpias aguas. Allí, con la nitidez de un espejo, se reflejaba su cuerpo.
¿Dónde está mi orla? -exclamó alarmado al verse-  ¿Dónde está mi juventud, mi eficacia, mi poder? ¿Dónde mis merecidos homenajes, condecoraciones…?
Pero  lo que el hombre político y famoso encontró en el charco, sólo era la imagen decrépita de un zapatero viejo. Unas lágrimas cayeron de sus ojos: había perdido amigos, fama, popularidad, había perdido la vida   en espera de causas prodigiosas e imposibles.





Este relato pertenece a mi obra "Antología de Relatos". La ilustración es del gran amigo de todos, Carmelo López de Arce.

19 nov 2014

Día Internacional del niño



Queridos amigos/as: Día de reflexión y análisis acerca del gran valor que es un niño.
Transcribo un párrafo de una de mis obras: Es de suma importancia que el niño sea contemplado en sus primeros años  y en el  reducido, pero riquísimo escenario que son los ámbitos por excelencia de su educación y  aprendizaje: hogar y escuela. Sí, a ese pequeño  gran ser humano, desconocido por los mayores, al que hacemos objeto de nuestras anticuadas manías sobre la práctica educativa,  al que manipulamos, chantajeamos,  al que tantas veces, sin saberlo, humillamos, al que ignoramos y en el que  solemos ver más al adulto que deseamos que sea que al niño que en realidad es, y al que, siguiendo modas actuales, en muchas ocasiones, explotamos con total irreverencia a su derecho a vivir en plenitud la infancia.
El niño es el gran valor que debemos custodiar. Seamos conscientes de nuestra gran responsabilidad y de la  gran trascendencia que para ellos supone.
"Dame los primeros siete años de vida de un niño y te diré lo que será el hombre del mañana".


 Esta es la casa, la ropa, la comida, la cama..., de un hombre. Dicen que es drogadicto. Dicen que es borracho. Dicen que es ladrón. Dicen y dicen tantas y tantas cosas... Yo, sinceramente, solo digo una: tuvo siete años. Y solo me hago una pregunta: ¿dónde estábamos, dónde estamos todos?

Un minuto de silencio, por favor


 DE MI OBRA “NÉCTAR DE LA VIDA”
Me  detengo y guardo silencio, cuando un coche fúnebre se me cruza en el incesante tumulto de tráfico y gente que son las calles de la ciudad.
¡Un minuto de silencio, por favor! –me susurra   el alma como grito ahogado por impotencia y emoción- Descubríos, amigos y despedid a este ser humano en su  último recorrido por nuestras calles, camino, hasta ayer, pasos de su incesante trajinar diario con interrogantes, problemas, afanes, ilusiones… idénticos a los nuestros y  entre la gentes que, durante muchos años, lo saludaron al paso.
Sol, nubes, lluvia, viento, cielo, gente, coches… Y campanas que me doblan en los adentros, mientras en un réquiem eterno, repito: Adiós, quién quiera que seas. No vas solo, Mi sentimiento te acompaña. ¡Descubríos, amigos, por favor y guardar un minuto de silencio!