Ek arte de envejecer

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11 nov 2014

La jubilación no es el final



Jubilate Deo omnis terra

DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN   
12/11/2014
Una compañera se lamentaba ayer por su reciente jubilación que la apartaba de las aulas. A ella y a todos los jubilados, maestros o no, este artículo que es la verdad de lo que yo pienso al respecto.
Queridos amigos: No es verdad que la jubilación sea un punto y final de nada   para nadie. La jubilación para un maestro, tal y como yo la veo, bien puede entenderse como un cese de la actividad directa en el aula con los alumnos, cese que, bien considerado, es necesario e incluso debería ser opcional u obligatorio a más temprana edad, ya que bien sabemos cuánto desgasta, cuánto exige el día a día, durante treinta, cuarenta años, en renovado esfuerzo por dar a todos y cada uno de los alumnos lo mejor de nosotros mismos.
Nuestro trabajo presencial en las aulas, aparentemente sencillo y silencioso, exige paciencia, preocupación, exige aunar en nuestro cotidiano trabajo el papel de madre/padre, el de psicólogo, pedagogo… Exige, y es sumamente necesaria, mucha vocación y amor por esta transcendente tarea de ser maestro. Todo esto, queridos amigos, más los problemas que a veces nos crean los padres y hasta la misma administración, va, queramos o no, mermando fuerzas y capacidades. No obstante, para nadie, y menos para un maestro, la jubilación es el final de nada. Es, eso sí, el punto y aparte de una meta, al fin superada, pero ni un día debe transcurrir sin comenzar el siguiente ascenso, sin que por eso se pierda el 'título' de maestro que a mi manera de entender  es como un sacramento que imprime carácter. Es decir, el que nace maestro/a, morirá centenario, siendo maestro/a. Cambiará, eso sí, el escenario de actuación que dejará las cuatro paredes de un aula para instalarse en el mundo y no solo en actitud de enseñar, sino sobre todo de aprender. Aprender de los demás es signo de gran inteligencia. ¡Animo, pues, y a seguir! Nuevos proyectos, nuevas ilusiones, y sí, nueva vida.


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