Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

5 oct 2012

De la mujer que le salieron goteras



Una mujer sexagenaria vivía sola en una casa llena de recuerdos. Cada amanecer, ilusionada, se levantaba, salía a la calle, paseaba contemplando cómo crecía el día e invariablemente se repetía: ¡Qué feliz soy! Tengo mucho; no preciso más.
Pero una mañana, tras larga noche de lluvia, nada más abrir los ojos observó sobre su cabecera una mancha de humedad que auguraba una gran gotera.
¿Cómo? –se dijo– No puedo consentirlo. Debí preocuparme de limpiar el tejado antes del invierno. Hoy mismo Me pondré manos a la obra.
Efectivamente, logró que le limpiaran el tejado, si bien le advirtieron que estaba mal por el paso de los años.
La mujer se dijo: No, no son los años; son mis despistes. Cambiaré tejas y todo volverá a ser nuevo.
Y así lo hizo, pero he aquí que tras una tormenta, el techo de toda la casa comenzó a resentirse, no sólo de manchas sino de consumadas goteras que irritaban a la mujer y la obligaban a poner remedios, al tiempo que se repetía: ¡Qué mal hacen las cosas! ¡Chapuceros! Cambiaré las vigas, por si acaso.
Pero, al menor chaparrón, las goteras se multiplicaban y cada vez eran más visibles a familiares y amigos. No obstante, la obstinación de la mujer la llevaba a disimular y su empeño de repetirse: ¡No, no lo voy a consentir! Mi casa está muy bien hecha, mi casa es fuerte, mi casa está hecha a la antigua y se conserva como el primer día… La culpa es de los operarios. La culpa es del fuerte viento. La culpa es de mi falta de previsión…
Y, sin cesar, parcheaba cuantos deterioros se producían.
Llegó un día que la mujer, consciente de que no podía atajar el progresivo deterioro de su casa, reflexionó y se dijo: Verdaderamente esta casa tiene ya muchos años. Pero no tengo otra, ni puedo vivir en constante pelea con estas cuatro paredes que han sido mi cobijo y el de mi familia. Pondré palanganas y cubos a las goteras, buscaré los mejores remedios para evitar otras nuevas; tendré que aprender a convivir con ellas.
Y a partir de aquel día, la mujer notó que aquellas agresivas goteras, si bien caían, lo hacían con más suavidad y producían un agradable sonido que la adormecían en sus peores horas como si de un relajante concierto se tratara.

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Queridos amigos/as: tan solo tres palabras: prevenir, remediar y aceptar. Eso es: hay que prevenir,cuanto antes, tratando de llevar vida sana que incluye buena limentación, ejercicio y las necesarias revisiones médicas.
Hay que poner remedio a lo que se pueda. Por ejemplo, teñir unas canas, arreglarse la boca, etc.
Y cuando las "goteras" sean inevitables, tendremos que aceptarlas sin pelear con ellas, sino con una  sincera y profunda reflexión: tendremos que acontumbranos a vivir con ellas.  
Llegar a ser mayor significa, ante todo, que hemos vivido, que vivimos. Luego no parezcamos muertos vivientes.

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