(Súplica en el día de mi cumpleaños)
Déjame,
Dios, un día más. ¡Uno siquiera!
Para
chapotear los charcos en el otoño.
Para
embriagarme con la brisa del azahar en la primavera.
Para
abrazarme, una vez más, a la maravillosa luz del alba.
Para
subir al autobús y acariciarme con el polvo de la gente.
Para
recibir a los pájaros emigrantes y entregarles, intactos, sus nidos,
tan
celosamente guardados en mi terraza.
Para
jugar con los niños a pillar y al esconder.
Déjame,
Dios, un día más. ¡Uno siquiera!
Para
dibujar el rastro de mis pasos en el albero
Para
sentir el abrazo de los plataneros en el jardín.
Para
regar con una lágrima la muerte de mi tórtola en la maceta.
Para
escuchar el eco de nombres que ruedan
en
la imparable noria de mis recuerdos.
Para
seducir a la luna que, coqueta, pasea por mi ventana.
Déjame,
Dios, un día más. ¡Uno siquiera!
Para
pasar la hoja del almanaque
y
darle cuerda a mi reloj.
Para
abrir cada amanecer la puerta de mi casa.
Para
sentir el dolor y mirar hacia atrás su rastro.
Para
escuchar campanadas catedralicias .
Para
caminar en callejuelas empedradas, todavía.
Para
ver en tejados chorreando lluvia...
Para
descubrir una moto sin nombre en la espesura de la niebla.
Para
escuchar la gotera en mi terraza.
Para
ver cómo crece la hierba, cómo caen las hojas, cómo pasa el tren,
cómo
sopla el viento, cómo el pum, pum de mi puerta me acompaña...
¡Tan
sólo un día más, Dios!
Para
decirles a mis hijos, nietos, hermanos,
amigos
y enemigos que los quiero.
Déjame,
Dios, un día más. ¡Uno siquiera!
Para
que siembre mi maceta de albahaca…
Sí,
aquella que tengo pendiente, aquella que sueño
En los
ojos de cada madrugada.
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