La libertad es el don más preciado de los seres humanos
Un bello palomo se posó en mi terraza. Con
mucho cuidado me fui aproximando a él: le echaba migas de pan, le ponía agua...
Lo llamaba Pacorro.
Poco a poco, el palomo me fue perdiendo
miedo: entraba y salía en mi cocina, se
me posaba en la cabeza, dormía encima de las jaulas de mis canarios, pasaba
horas en la baranda de la terraza
Y yo gozaba de saberlo libre, y gozaba viéndolo
volar por los cielos de la Avenida.
Un día, alguien me lo entregó muerto. Lo
habían encontrado justo debajo de mi terraza; tenía las alas cortadas.
Con mi palomo
Pacorro en las manos me dije:
Alguien ha
intentado poseerlo, privándolo de su libertad. Alguien, muchos seres humanos
ignoran que el amor posesivo siempre acaba en “muerte”.
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