Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

5 may 2014

Buenos recuerdos





 Joven, alegre con una carga de ilusiones, nada más llegar al camping corrí a la playita del otro lado de las rocas que delimitaban la zona.
Un pequeño, medio desnudo, descalzo, cabello rubio, rizado,  ojos azules, piel negra y una caracola en la mano, apareció súbitamente: Si quieres te la presto; dentro se oye el mar -dijo, al tiempo que la colocaba sobre su oreja derecha-. Mi padre es pescador y me trae muchas. Si quieres, te regalo ésta.
Sorprendida, con la caracola entre las manos y emocionada pregunté: ¿Cómo te llamas?
 En rápida huida, medio gritó: ¡Ya viene el guarda! Me llamo Lázaro
Un día y otro de aquellas vacaciones, volví a buscarlo al lado indigente de rocas  y olas cristalinas  pero él no volvió  y, tras el paso de muchos años,  sigo viendo aquellos ojos de aguas marinas y aquella piel de soles e intemperies y cada noche, antes de entregarme al sueño, abrazo con mi oído la caracola  y sueño con   el pequeño Lázaro, y lo veo embarcado en medio de la mar negra, ¡navega que te navega!  Y lo veo aupado en un caballito de mar, galopando en busca de estrellas, calamares y sirenas.
Y su voz también la oigo como si la llamara desde la lejanía azul.

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