Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

4 abr 2014

Esto es amor


 Siempre nos quedará mucho que dar 
y mucho que recibir
Él, octogenario, cargado de dolores e impotencias, vivía solo en  casa de  vecinos  en un viejo barrio. Cada mañana, en invierno y verano, doblado un sobre un arcaico bastón, salía.  Ella, en idénticas condiciones, arrastrando un carrito andador,  lo más aseada que alcanzaban sus  menguadas capacidades, también salía. 
Él y ella  tenían como fin un  destino común: La Caja de Ahorros del barrio. Allí, sentados, con el beneplácito del  personal, pasaban las horas uno junto al otro, en silencio, viviendo en complicidad el aire acondicionado en los rigores del  verano  y la calefacción en  los helados  inviernos.
Él un día faltó. Ella, limpiándose  los ojos con un pañuelo amarillento, repetía a unos y otros: Se ha muerto; ha sido de pronto. 
Y a partir de aquel día, a rastras con su andador, llegaba puntual y, entre sus manos, sin fallar ni un solo día, una florecilla cualquiera que colocaba en la silla vacía de él y por su mente un solo pensamiento: ¿Quién se encargaría de que no faltara la flor  cuando ella se fuera?

No hay comentarios:

Publicar un comentario