Diario Córdoba /Opinión
03/12/2013
Cada año,
cuando se aproximan estas fiestas, sin poderlo evitar me vienen a la memoria
las palabras del anciano Andrés que con sus ojos azules apagados, sus labios
secos y sus torpes palabras encontraba un día y otro en el jardín, camino de mi
escuela. Me detenía unos minutos con él y sus repetidas palabras me llegaban al
alma: ¿Y yo qué hago aquí ya, niña? Me tengo que acostar el último porque
duermo en el salón y me tengo que levantar el primero porque los nenes madrugan
para los colegios y me tengo que salir de la casa para que mi nuera limpie.
De ninguna
manera podemos creer que los mayores están atendidos con un plato y una
cama.Los mayores tienen también privacidad, necesidades físicas y espirituales,
preferencias, sus programas de la tele, etcétera. Ayer decía una anciana: estoy
bien con mis hijos y nietos pero, no sé por qué, cuando estoy con ellos parece
que me siento más vieja y más impedida.
¡Y claro
que es así! Precisamos concienciarnos de que tanto los excesos como las
carencias les hacen sentirse diferentes. En el blog que dedico a mis nietos les
daba algunas normas de conducta acerca de cómo tratar a los abuelos siempre,
pero especialmente en estos días. Cuando vuestros abuelos --les digo-- vayan a
vuestras casas, recibidlos con alegría y no os quedéis sentados, mirando la
tele o el móvil como si no hubiese llegado nadie.
Salidle al
paso, cededle el sitio más cómodo, anticipaos a sus necesidades, preguntadle
alguna cosilla que les dé oportunidad de hablar y se olviden de sus años y
ausencias, que serán muchas y cuidad bien de que vuestras palabras no
ratifiquen sus muchos achaques. Atendamos, pues, todos, a los mayores de forma
que se sientan unos más, pero con la delicadeza que les haga a un tiempo sentirse,
sobre todo, queridos, deseados, considerados y hasta celebrados. No es
gratuito; se lo tienen ganado.
Bellas palabras y ciertas. Conozco algunos nietos que tienen en alta estima a sus abuelos, pero tristemente también conozco algunos que los ignoran. No se dan cuenta que casi siempre los abuelos son los que con su ayuda han permitido que los padres den mejor vida a sus hijos. Un abrazo.
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