Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

14 dic 2013

Cuento: ¡Algo es algo!


   No puedo permitir que se asfixie 
la oportunidad  que me queda.

Un hombre, llegado el día de su jubilación, se dijo: ¡Bastante hice ya! Ahora me toca descansar. Es mi hora.
Y se pasaba los días de un lado para otro y cuando alguno de sus hijos le proponía algún proyecto solía contestar: Yo no preciso proyectos. Hice mi  gran siembra y recogí.  No quiero más proyectos.
Un  día, sentado en su terraza, observó con sorpresa cómo su vecino, jubilado como él,  al caer  la tarde, regresaba de su campo con las manos cargadas de hermosos frutos de su pequeña siembra.  Vaya! -se dijo- ¡Qué buen año ha debido ser a juzgar por la recolección que ha hecho mi vecino de su pequeña parcela! Iré a la mía; seguro que ha dado frutos.
Y a toda prisa se dirigió a su propiedad pero, cuando estuvo en ella, sólo encontró un erial de pasto y forraje que ni tan siquiera servía de alimento a los pájaros. ¿Cómo es esto? -vociferó desesperado-  ¡Me han robado! ¡Ladrones! Preguntaré a mi vecino.
Y  el vecino le contestó: Muy sencillo, amigo. A su tiempo hice mi pequeña siembra que he regado y abonado. Me siento satisfecho  por el resultado. Ahora sé que mi vida sigue teniendo sentido y me siento feliz por ello. Tengo la impresión de que tu desértica tierra es consecuencia de haberte olvidado de sembrarla y  cultivarla. La abandonaste, amigo. 
El hombre que dejó de sembrar, reflexionó y se dijo: Verdaderamente, lleva razón. ¡Y vaya si se le ve contento!. Yo, por el contrario,  hoy,  me  encuentro con las manos vacías. ¿Qué hacer ahora?  Ya la  noche cae, y mis ojos sólo  son  fatiga y sueño.
Atravesaba su campo ya de regreso, cuando, a la luz de la luna, observó  cómo en la  linde de aquel su camino había crecido una humilde campanilla. ¡Caramba! -exclamó- ¡Algo es algo! La regaré todos los días, la visitaré y abonaré. No puedo permitir que se asfixie la oportunidad  que me queda.

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