Pasaron años, nacieron mis hijos y he aquí que, sin proponérmelo, los Reyes Magos volvieron a escena en sus zapatitos, primorosamente colocados en la terraza, y volvieron a tomar vida en cabalgatas, augurios, cartas, grandes almacenes, etc. Y algo por dentro me decía que también yo protagonizaba un engaño. Hoy, pasados muchos más años, pienso y tengo experimentado que el principal alimento del psiquismo, la mejor cuerda para activar nuestros estímulos, es la ilusión.
Y desde ese punto de vista, los educadores, padres, en este caso, tendríamos que estar bien atentos a promover en nuestros hijos una vida ilusionante, pero no un día y a base de súper caros y súper modernos artilugios generadores de niños y niñas que ni tan siquiera les interesa levantar la vista de ellos para ver quién les habla o qué sucede a su alrededor, sino promoviendo a diario vivencias generadoras de ilusión, transmitiendo la alegría de vivir, pero, hundidos como andamos en una sociedad empanada y pasota, con nuestras actitudes proyectamos en constante trance, una imagen negativa del mundo y de cuánto nos rodea.
Sin
duda para los niños la festividad de los Reyes sigue siendo una ilusión, pero
mucho más que eso les alegra y divierte la participación de sus padres en juegos,
ocios, paseos, etc. Una tarde de cine, de merienda, un rato de parchís,
cualquier cosa provocaría en ellos
mejores ilusiones que fantásticas mentiras, porque la vida no es más que
una escalada en la que cada peldaño de
ascenso, nos aproxima más a las estrellas.
Mi padre,
hombre de muchos y grandes valores, era
protagonista, junto a los siete hermanos que somos, del acto festivo de
escribir la carta a los Reyes Magos, carta que corregía y de la que guardamos
algunas anécdotas divertidas. Por eso yo, cada año, sigo escribiendo mi carta con todo rigor. Así que hoy, cerca de
Córdoba los Magos, la escribo:
Queridos Reyes Magos Melchior Gaspar y Baltasar: Este año he sido buena… Quiero
que me dejéis, como siempre, un rosario, una caja de lápices y una muñeca de
cartón. Para mí no quiero más, pero, como ya soy mayor, os pido también ilusión
para todos y os mando besos y abrazos para que los dejéis en todos los zapatos del mundo. Un beso para
cada uno y agua para los camellos que
irán cansados. Isabel
Jose Luis Perales -que canten los niños.
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