DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
ISABEL Agüera 02/09/2014
De mis soledades vengo / a mis soledades voy...
Ni estoy
bien ni mal conmigo, más dice el entendimiento que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo (Lope de
Vega).
¡Cuántas veces he leído este poema! Ayer mismo fue la última y tras
escuchar a un anciano que me contaba su vida. Sí, porque, con resignación, se
lamentaba de cómo llega un momento en el que el alma no cabe en el cuerpo
--decía--, porque una cosa es querer y otra poder. Me pareció entenderlo bien
porque los años, pasito a pasito, nos van segando, o al menos debilitando,
facultades a todos, pero como dice Amiel, "saber envejecer es la obra
maestra de la vida", y no digamos cuánto valor y voluntad hay que
derrochar ante el tremendo drama del que se va aproximando a la vejez,
sintiendo, no obstante, que su alma sigue siendo muy parecida a aquella con la
que jugaba cuando era niño.
Pero todo pasa a dar error: la vista, el oído, los
dientes, las piernas, los dolores, el cansancio... Una mijita de pulmón, una
mijita de corazón, la tensión, el azúcar, etc. etc. y como me decía este buen
hombre, parece una total insurrección que te niega, prácticamente, la posibilidad
de seguir mínimamente haciendo aquello que deseas.
Y a todo esto habría que
añadir una especie de constante justificación ante los demás por seguir
existiendo, ya que las expresiones que te rodean suenan a reproches:
"¡Pues yo firmaría por llegar a tu edad!" "¡Y vaya si te has
cargado ya a gente!", etc. Y no digamos la incomprensión que conllevan
frases como estas: Es que no quieres moverte", "es que te has
vuelto muy cómodo", etc.
Y el anciano, con su alma de niño y con lágrimas
en los ojos, sigue soñando con el mar, y con escapadas a la montaña y con sus
horas de amigos y vivencias compartidas, y con amores, besos y palabras que
fueron música en sus oídos y alegría en su caminar, pero, error, sobre error,
sin haberlo leído ni tan siquiera una vez, repite o inventa los versos de Lope:
"De mis soledades vengo, a mi soledades, voy".
Una gran realidad,pero la vida es así.Y los que aún no son ancianos no piensan lo que dicen porque creen que aún están lejos de esos momentos.Un abrazo
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